El año comenzó con el derribo en Irán mediante misiles antiaéreos de un Boeing 737-800W ucraniano, en el que fallecieron sus 176 ocupantes, lamentable error con un sacrificio que ha servido para echar un manto sobre las llamas del preocupante conflicto entre Estados Unidos y la nación asiática, a raíz de la eliminación en Irak de un relevante general. Se trataba del segundo peor siniestro entre las 214 pérdidas del popular birreactor. Aunque no tenga nada que ver el suceso, ha sido un nuevo jarro de agua fría para la imagen del fabricante estadounidense, que vio caer la cuarta parte de su cotización en bolsa en los últimos diez meses de 2019 y sobre el que pesan nuevos retrasos en la reentrada en servicio de su 737 MAX, que dañan severamente su cuenta de resultados y las de sus aerolíneas clientes.
En el otro lado de la moneda está el incidente de un Boeing 767-300ER de Air Canada, que por el problema de reventón de un neumático y una extraña afectación a un motor, algo para lo cual están perfectamente preparadas las tripulaciones, las aeronaves, el control del tráfico aéreo y los aeropuertos y sólo debería haber sido noticia en el caso de que algo más hubiera fallado trágicamente, fue la morbosa e injustificada comidilla en los medios de comunicación durante las horas que tardó en bajar su peso consumiendo combustible, hasta que aterrizó normalmente en sus circunstancias. No hemos leído que se hayan tomado medidas contra los pasajeros que, en contra de las medidas de seguridad indicadas por la aerolínea sobre el no uso de los teléfonos móviles, estuvo enviando informaciones desde el avión en el aire.
Esa jornada, en el mismo aeropuerto de Madrid/Barajas se había restringido el tráfico por la presencia de una aeronave pilotada remotamente en las cercanías, algo que va generar crecientemente problemas en todas las infraestructuras críticas y que necesariamente va a requerir inversiones en medios tecnológicamente avanzados para neutralizar esas modernas amenazas. Y habrá que implantar regulaciones mucho más coercitivas, si no queremos que el transporte aéreo sea tan vulnerable a esos sucesos.
También siguen siendo criticas las consecuencias para el transporte aéreo del coronavirus que se está expandiendo desde China y que afecta no sólo a ese país, sino a la región y al mundo, con cancelaciones masivas de vuelos en la gran nación asiática, e incluso repercutiendo en la economía global. Es un problema de salud y aquí se ve, una vez más, lo sensible que es la aviación comercial a asuntos exógenos.
Mientras transcuerre el tiempo en el proceso de compra de Air Europa, los directivos españoles copan la cúpula de IAG: Luis Gallego pasará a ser el máximo responsable ejecutivo de ese importante grupo de líneas aéreas; Javier Sánchez-Prieto será el presidente ejecutivo de Iberia; mientras que el director Comercial de esta aerolínea, el italiano Marco Sansavini, estará al frente de Vueling, manteniéndose Alex Cruz como CEO de British Airways y Antonio Vázquez presidiendo el grupo. Es el premio a la buena gestión y la apuesta por el futuro, una vez que el Brexit se ha materializado, aunque sin los convulsivos traumas que se podrían haber producido.