Terminó el peculiar año 2016, cuando España tuvo la mayor parte del tiempo un Gobierno en funciones, sin que nada dejara de funcionar más o menos normalmente. Daba la impresión que nuestro sufrido país podía desarrollarse sin una administración erigida de unas urnas y eso sólo quiere decir que los años de dura crisis curtieron tanto al tejido empresarial, que se vacunó contra los devaneos políticos y es el motor auténtico de una lenta pero palpable recuperación, mientras los partidos flotan en una nube lejana a la realidad económica.
Fue un excepcional año turístico, pese a los temblores y temores del Brexit, que a España podrían afectar especialmente como receptor de viajeros internacionales, pero el sector es mucho más fuerte y maduro que antes y los problemas de seguridad en países competidores de sol nuevamente nos beneficiaron. En los aeropuertos se vuelve a vivir la alegría de notables índices de crecimiento del tráfico, mientras el Gobierno evalúa nuevamente hacer caja vendiendo un 20 por ciento más del gestor de esas infraestructuras, con lo que pasaría a ser el principal accionista, pero minoritario.
Iberia superó muy bien unos años tenebrosos y retornó a la senda del crecimiento, fortalecida en el marco de IAG por las sombras que el Brexit proyecta sobre el otro gran transportista del grupo, British. Recuperó los destinos que abandonó durante su calvario y se lanzó por otros nuevos, con una tímida penetración en Asia, mientras sigue renovando la flota, introduce una nueva clase de servicio y se apresta a apoyar una operación de largo alcance y bajos costes en Barcelona, que quizás vaya de la mano de Iberia Express, aunque no está claro. Sólo se sabe que basará dos Airbus A330 en El Prat. Vueling vivió su infierno en el verano, pero supo reconducir la situación y es difícil que cometa los mismos errores.
Air Europa sigue con su limitada visión familiar del negocio, con hijos y hermanos que entran y salen y mandan más o menos, mientras el padre o se cuida y se relaja o dará algún susto al sector, pero lo cierto es que, con mayores o menos dificultades, funciona y hace una apuesta clara por Iberoamérica con la mirada puesta en competir con Iberia, lo cual no es fácil. Algún día se convencerá que tiene que dar la batalla por el pasajero de negocios, pues el otro volará por donde el precio más barato sople.
El transporte regional respira mejor gracias a la reestructuración y agilidad de Air Nostrum, que vuelve a crecer y se expande en Iberoamérica. Binter sigue siendo un bastión de buena gestión, calidad y crecimiento, como demuestran su recién estrenada filial en Cabo Verde y la de producción de componentes aeronáuticos, que hace que nuevamente ganara el galardón a la mejor aerolínea regional europea. El charter se mantiene como algo simbólico, siendo sus únicos representantes ya Albastar, Evelop y Privilege, que, camino de sus catorce años de existencia, puede presumir de muchas cosas, especialmente hoy de discreción. Y Plus Ultra ni se sabe si existe, ni para qué, ni siquiera cómo existe.