La pandemia ha causado un impacto sin precedentes en los más de 100 años de historia de la aviación comercial. El tráfico aéreo se contrajo más de un 80 por ciento a nivel mundial en el segundo trimestre de 2020 y los ingresos de las aerolíneas cayeron cerca de un 60 por ciento durante ese año.
El tráfico doméstico español apuntó signos de recuperación en el último trimestre de 2021, como consecuencia de los efectos de la masiva campaña de vacunación y del levantamiento de las restricciones. Sin embargo, la rápida propagación de la variante ómicron y la llegada de la sexta ola truncó una vez más la tendencia que anunciaba una esperanzadora recuperación, y el año finalizó con casi un 45 por ciento menos de vuelos de los que hubo en 2019 en nuestro país. Las previsiones anteriores a la Guerra de Ucrania habían mejorado respecto a las efectuadas en 2020 y 2021 y los expertos habían adelantado a 2023-24 las fechas para una recuperación que, tan solo unos meses atrás, algunos no esperaban antes de 2025-27. Sin embargo, este conflicto ha vuelto a sembrar la incertidumbre en el sector aéreo. “Trabajar en el sector aéreo es altamente adictivo”. Esa es una frase que he oído decir muchas veces a mis colegas y, cada vez que la escucho pienso si no sufriremos de algún trastorno masoquista los que hemos hecho de la aviación nuestra forma de vida.
Dirigir una aerolínea es una tarea definitivamente “no apta para cardíacos”, ya que los sobresaltos y disgustos son baches permanentes en un camino jalonado por la falta de certezas en un mercado cada vez menos previsible. Comencé a trabajar en el sector aéreo en 1993, es decir, que casi llevo 30 años viviendo por y para la aviación regional. Durante este tiempo he experimentado crisis de todo tipo: el atentado contra las Torres Gemelas, que incrementó en un 400 por ciento el coste de los seguros para las aerolíneas; la crisis de 2008 a 2013 que se llevó por delante a más de 60 compañías aéreas regionales en Europa y dejó en el paro a sus cerca de 13.000 trabajadores o la temible subida del petróleo a 140 dólares en 2008-09, que coincidió en el tiempo con la mayor caída de la demanda de vuelos en los 10 años previos. De todas y cada una de esas crisis he podido sacar algunas lecciones específicas que aplicar al día a día de Air Nostrum y una gran conclusión global: la tremenda resiliencia de la aviación comercial y su enorme capacidad de recuperación ante las crisis.
Los datos no mienten. Nuestro sector es golpeado una y otra vez por recesiones económicas y catástrofes que, a veces, generan la tan temida “tormenta perfecta” de la que ya he hablado en varios foros, pero los “aéreos” siempre volvemos a levantarnos. ¿Y saben por qué? Pues porque la aviación comercial contribuye a cubrir algunas exigencias básicas del ser humano: la necesidad de conocer lugares y personas; la de viajar y relacionarse… y relacionarse físicamente. Y eso, en esencia, es y seguirá siendo así en el futuro, aunque en algunos casos concretos vinculados al tráfico de negocios se mute hacia una menor presencialidad. Pero, además, hay un segundo motivo: la aviación comercial ha desarrollado una gran flexibilidad para adaptarse al mercado, entre otras cosas porque las aerolíneas que no se adaptan a los cambios de modelo tarde o temprano acaban cayendo. El ‘adapt or die’ de la selección natural es una realidad cotidiana en un sector tan implacable.
Lo cierto es que hoy estamos en un momento crucial para la aviación comercial, una gran transformación que ya se había iniciado y que las recientes crisis que hemos vivido han acelerado a nivel global. Este cambio implica unos retos que debemos afrontar, algunos de ellos con carácter inmediato. Todos los actuantes en el sector hemos salido convalecientes, en mayor o menor medida, de ese gigantesco paro forzoso de actividad; tenemos que afrontar pagos y devolver créditos y, a la vez, mantener nuestra competitividad. La contención de costes y la reinvención del negocio para incorporar nuevas fuentes de ingresos serán importantes pilares en un escenario marcado por la disciplina financiera en el que continuarán consolidándose las aerolíneas.
Otro hecho que tendrá un efecto importantísimo en nuestra industria es la creciente concienciación social sobre el impacto medioambiental del transporte aéreo. La sostenibilidad marcará la agenda de la aviación comercial y las compañías aéreas deberemos intensificar nuestros esfuerzos en ese camino hacia la descarbonización, que ya nos ha permitido reducir las emisiones por kilómetro/asiento ofertado en un 80 por ciento en los últimos 50 años. En Air Nostrum hace años que trabajamos para mejorar la eficiencia medioambiental de nuestra flota. Estamos presentes en el proyecto de un avión eléctrico, trabajamos para incorporar pilas de hidrógeno a los motores de nuestros turbohélices y analizamos la utilización del SAF en nuestra operativa diaria de manera regular. Precisamente la producción de combustibles sostenibles a gran escala y a precios asequibles será uno de los grandes retos que afrontará nuestro negocio, y para lograrlo se requerirá de un gran pacto industrial de carácter transversal y de un fuerte apoyo por parte de la administración.
El exigente escenario que presenta la iniciativa europea “Fit for 55” debe ser visto por nosotros, las aerolíneas, como una oportunidad para avanzar decisivamente en la descarbonización de la aviación comercial. Eso sí, no a cualquier precio. Las autoridades deberán velar para que actuemos de forma coordinada con el resto de los sectores productivos. De no hacerlo así, me temo que desperdiciaremos gran parte de ese enorme esfuerzo colectivo que ya está haciendo el sector aeronáutico en pro del medio ambiente. Medidas regulatorias como subir los impuestos a la aviación o prohibir los vuelos cortos nos parecen no solo injustas, sino ineficientes. Según el informe de Eurocontrol de junio de 2021 “Plane and train: getting balance right”, los vuelos de menos de 500 km. suponen un 25 por ciento del total de vuelos en el continente y representan únicamente el 3,8 por ciento de los gases de efecto invernadero generados por la aviación comercial en Europa. Creo sinceramente que las aerolíneas regionales no somos el problema y que la Comisión Europea tiene una ocasión histórica para reducir en un 10 por ciento las emisiones de GEI en el continente, llevando a buen puerto el gran proyecto del Cielo Único Europeo. Ese sí que es un reto importante para todos.
No deben tomar mi anterior mención a las crisis que cíclicamente afronta el sector como una visión pesimista del futuro. Soy de los que pienso que la aviación comercial es uno de los sectores más atractivos para trabajar por su extraordinario dinamismo y capacidad de transformación. ¿Les he dicho ya que es adictivo? Yo, desde luego, no lo cambiaría por nada del mundo. Y también soy de los que estimo que “lo mejor está por venir”. Aún nos quedan muchas metas a las que llegar, tales como desarrollar alianzas estratégicas para ofrecer un servicio multimodal o incorporar herramientas digitales para favorecer la experiencia de viaje de los pasajeros y transformar nuestra relación con ellos en el complejo mundo post COVID. Lo cierto es que el negocio aéreo se está reinventando y eso está pasando aquí y ahora. Abramos nuestros ojos, escuchemos a nuestros clientes y sigamos trabajando en pro del bienestar de los ciudadanos. Un saludo.
Por Carlos Bertomeu
Presidente de Air Nostrum