2021

Terminó el peor año de la historia del transporte aéreo en el mundo, incluidos los que abarcó la II Guerra Mundial. Ni en nuestras peores pesadillas habíamos considerado una situación tan espantosa como la que hemos vivido en 2020, con una pandemia que se encendió como la pólvora por todo el mundo y que, materialmente, paralizó la aviación comercial de pasajeros a nivel global. No sólo se salvó la carga aérea, sino que se potenció, como el medio más rápido y seguro de llevar suministros, especialmente sanitarios, a todos los lugares del planeta. Aviones en tierra, terminales vacías, espacios aéreos sin tráfico y compañías quebradas (menos, en todo caso, por el momento de lo que nos hubiéramos imaginado) fueron la consecuencia de un mes para otro en el primer cuarto de año del COVID-19, que diezmó el turismo y los viajes de trabajo.

¿Se podía haber previsto esto? La verdad es que el SARS y la gripe aviar dieron serios toques de atención, a los que la humanidad no hizo caso. Podíamos, seguramente, haber estado mejor preparados, aunque la fulminante expansión del coronavirus dejaba muy poco margen de maniobra. Con las cancelaciones de vuelos a China se tenían que haber tomado medidas drásticas desde el principio, frenando la pandemia, pero dudamos que evitándola. El peor de los escenarios se produjo y por eso no parece errático presagiar que 2021 será mejor, aunque sólo sea porque es imposible, esperamos, que sea peor. El mundo se está acostumbrando a vivir con la pandemia y las esperanzadoras vacunas permiten abrir la puerta a la esperanza. Si los vaticinios se cumplen, a mediados de este año la mitad de la población occidental estará inmunizada.

No parece que los niveles de tráfico aéreo de 2019 se vayan a recuperar antes de 2025, ni tampoco que eso sea una panacea, pues quizás deberíamos pretender un transporte aéreo más ordenado, en lugar del crecimiento “per se”. En nuestra opinión, los niveles de rentabilidad de las compañías aéreas se recuperarán entre 2022 y 2023, por la sencilla razón de que unas cuantas habrán sucumbido y las restantes estarán reestructuradas draconianamente para poder sobrevivir. Estamos convencidos que este año marcará el inicio de la recuperación del transporte aéreo y del turismo. Costará trabajo, pero con paciencia e ilusión volveremos a volar y a viajar.

También será el año en el que Iberia se quedará con Air Europa. Aunque somos muy escépticos con esta operación, estamos seguros de que Iberia e IAG saben lo que hacen y que si van adelante, en las condiciones que finalmente se acuerden, que será una buena operación, pese a las esperpénticas declaraciones del presidente de la compañía mallorquina, Juan José Hidalgo, de que el Estado no ha rescatado a su empresa. No son momentos para fanfarronear, sino para ser humilde y recordar los orígenes. Y también es el año que por fin el Boeing 737 MAX volará normalmente, mientras la mayor parte de los tetrarreactores de transporte de pasajeros del mundo se quedarán para siempre en tierra. Esperemos que ahora si hayamos aprendido la lección y que cuando venga el COVID-XX sepamos actuar de otra forma y con otra mentalidad. Y si no sabemos imponer la salubridad fitosanitaria a China y no valoramos más la naturaleza, será más pronto que tarde.

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