No es muy normal que un ministro que maneja un considerable presupuesto y del que pende una buena parte de la actividad económica del país esté en manos de un diplomado en Magisterio que impartió clases como docente sólo tres meses, hijo de torero y cuya experiencia profesional es de empleado de una tienda de recuerdos, una gestoría y ayudante en un negocio familiar de muñecas artesanales, pasando a militar en el Partido Comunista, tres años antes de entrar en el PSOE. En su historial político brilla sobre todo el haber sido fiel escudero del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, porque incluso a diputado nacional llegó por la dimisión de otro en su lista.
José Luis Ábalos es ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana y su trayectoria está salpicada por situaciones escabrosas, en las que ha faltado a la verdad a la opinión pública y a los órganos de control del Gobierno y uno de los más sonadas fue su encuentro en el aeropuerto de Madrid (al que acudió en el automóvil privado de Koldo García Izaguirre, su persona de confianza y ex escolta, famoso también por pagar sus gastos con fajos de billetes en efectivo) con la vicepresidente venezolana, Delcy Rodríguez, quien tiene prohibición de entrada al espacio Schengen. Tras negarlo, admitió que le pidió que no bajara del avión, pero tuvo que reconocer que la llevó a una sala VIP y se supo de una supuesta salida de maletas de la aeronave privada en la que llegó sin ningún control.
En España los escándalos se olvidan al ritmo de los nuevos que se conocen y meses después una desconocida aerolínea para la opinión pública, que no representa nada en el tráfico aéreo en España se rescató con 53 millones de euros, cuando nunca logró beneficios, opera un par de viejos aviones, tiene fama de infinidad de fallos y nunca devolverá ese dinero, al tiempo que no la interviene, como las escasas rescatadas, un administrador porque dicen que es muy poco dinero. Ábalos aseguró que no había participado en esta operación, faltando a la verdad, pues un papel importante para aprobarla fue un informe de AESA (Agencia Estatal de Seguridad Aérea) y porque se aprobó en un Consejo de Ministros del que es miembro, poniendo a la ministra portavoz en el ridículo de afirmar que su “carácter estratégico radica en la importancia que tiene el transporte aéreo para el conjunto de España y también su contribución al turismo y, por tanto, a la economía del país”, dejando estupefacto a todo el sector, a la opinión pública, que descubrió los nexos de los accionistas de esa aerolínea con el régimen venezolano de Nicolás Maduro, y los partidos de la oposición, que han elevado incluso a Bruselas este nuevo escándalo.
Y su otra patrocinada para las ayudas a empresas estratégicas que no lo son, Air Europa, muestra signos de necesitar, como estamos seguros desde el primer momento, otro rescate, pues ya se fundió los 475 millones que le entregaron gracias al apoyo de Ábalos y las extrañas relaciones de la familia Hidalgo con miembros del el PSOE; y ha anunciado que aplicará un plan de ajuste. Para el bolsillo de los españoles hubiera sido mejor dejar caer a esta aerolínea e indemnizar a sus trabajadores, que sufrirán, pese al aporte del dinero público, considerables recortes salariales. La historia continúa y no por derroteros transparentes ni deseables. Y Ábalos también.