No entendía nada. Dije al conductor que regresáramos al hotel, consciente de que me tendría que quedar allí hasta que consiguiera uno nuevo, pero a los pocos metros decidí bajarme y buscar la oficina de objetos perdidos, para agotar todas las posibilidades, ante la remota que se me hubiera extraviado a la llegada. Pues increíblemente allí lo tenían, sin tener claro en qué momento y situación lo perdí dos días antes. Tardé en recuperarme de esa dramática situación. Una vez embarcado en el A350-900, comenzamos a rodar y tuvimos que regresar al estacionamiento por un problema en una puerta, que tardaron en solucionar tres horas, para pasar a disfrutar un agradabilísimo vuelo, desconectado del mundo porque no había “wi-fi”.
Hacía muchísimos años que no volaba al londinense aeropuerto de Gatwick. Y por eso me equivoqué y fui al centro en un tren con algunas paradas, en lugar del directo, aunque no me dio la impresión que tardara más de 15 o 20 min. adicionales, eso sí, mucho más atiborrado e incómodo. Para retornar si me las ingenié para hacerlo en el tren “Gatwick Express”, con una clara diferencia de estética, comodidad y tiempo para recorrer el trayecto. En el aeropuerto londinense empleé la sala VIP que utiliza Air Europa, que se caracteriza por un buen servicio, excepto en la recepción, y un deplorable “catering”, acorde con la habitual gastronomía británica.
En un mismo viaje tuve que volar a Montevideo dos veces, la segunda para conectar con otro vuelo a Asunción, almorzar y regresar a Santiago, en este caso con escala en el Aeroparque “Jorge Newbery” de Buenos Aires. Desde Chile también fue ida y vuelta en el día a almorzar a Buenos Aires. El primer trayecto lo pude cambiar sin coste de uno que llegaba al lejano Ezeiza al metropolitano Aeroparque “Jorge Newbery”, como una de las características de mi categoría de viajero frecuente de LATAM, desplazándome en un A321.
El regreso fue en un 737-8 de Aerolíneas Argentinas, en donde por decreto ley me quitaron de mi asiento en la fila 1 a la 3, pese a mis protestas a una maleducada y altanera empleada de “handling”. A bordo permitieron sentarme en la fila 1, que estaba entera vacía. No voy a sentir mucho si el presidente de esa nación, Javier Milei, cumple su promesa de cerrar esa compañía si no se encuentra comprador. Los uruguayos siempre desean ser un centro de distribución de tráfico (hub) en la región por su situación geográfica, pero lo tienen muy difícil si no cambian el “chip”. Llegué en un A320neo de JetSmart, que despegó de la capital chilena a las cinco de la madrugada, habiendo previsto, después de asistir a una boda la noche anterior estar en la terminal de Pudahuel a las cuatro.
Fue un craso error, pues encontré una cola para pasar el control de pasaportes de varios cientos de personas. Alcancé la puerta de embarque en el ultimísimo momento, pues instantes después de entrar en el avión, que curiosamente iba casi vacío y salimos antes de la hora (al contrario de lo que ocurrió en mi experiencia anterior con esa cutre aerolínea, con un retraso que me hundió en la miseria). En la terminal de Montevideo/Carrasco la puerta para pasajeros en conexión estaba cerrada y la funcionaria que dirigía al flujo de gente en el control de pasaportes, tras explicarle que cambiaba de avión e iba a Asunción llamó por radio para preguntar qué hacían conmigo.
Para no perder más tiempo, decidí pasar inmigración y aduanas, subir a la planta de salidas, someterme a otro control de seguridad y de pasaportes e ir a la apetecible sala VIP. La línea de Paranair en un CRJ200 que operó su socia Air Nostrum fue agradable, con un discreto servicio a bordo. Fue un agitado día para ir a almorzar a Asunción, retornando a Santiago vía Buenos Aires/Aeroparque “Jorge Newbery”, también con Paranair, conectando poco más de una hora después con un A320 de Sky. En la capital argentina sí que funcionó el conectar por dentro, pero de forma individualizada: una agente de “handling” se comunicó con alguien y abrieron para mí el control de seguridad de conexiones y la puerta para acceder a la zona de embarque.
Sky es patética, porque para comprar un asiento de fila 1 no se podía, pues lo volcaba a su “web” de ese país y, al no ser ciudadano de allí, no aceptaba escribir ningún número de documento (aunque me lo inventara), ni de teléfono local y no era posible pagarlo. El sistema me había asignado el asiento 20C, que por lo menos era de pasillo. Me dirigí al mostrador de embarque, donde un excelente profesional del agente de “handling” de la compañía chilena reconoció ese defecto de la “web” y me dijo que el vuelo estaba lleno, indicando que me conocía de alguna entrevista en el programa de televisión de Reporte Aéreo Mundial. Esperé al final y de repente me llamó el mismo agente para decirme que me había conseguido el 6D, un gran avance.
Javier Taibo
Deje un comentario