Quién ha visto el antiguo "puente aéreo" entre Buenos Aires y Montevideo y quién lo ve…

Ilustración generada con IA.
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Quién ha visto el antiguo “puente aéreo” entre Buenos Aires y Montevideo y quién lo ve, reducido en una jornada laboral a dos vuelos diarios, a lo cual sin duda ha contribuido la crisis económica endémica en Argentina y los “ferries” rápidos entre ambos puertos. De hecho, yo iba a ir en uno de ellos hasta que me di cuenta de que atracaba a la hora de inicio de la ceremonia a la que acudía, con lo cual llegaría al acto con un mínimo de 45 minutos de retraso. El pequeño defecto es que el vuelo de Aerolíneas Argentinas matinal despegaba a una hora tan imprudente como las 05:40 de la madrugada, pero no quedaba otra. Pese a que en Buquebus viajaba con la tarifa de primera clase que no permite cambios, si lo autorizaron por “WhatsApp” con una pequeña penalización, dejando el billete abierto.

Volé en un Embraer 170 de la compañía argentina, en donde me ofrecieron el doble (pan integral y normal) emparedado de jamón y queso y un alfajor que dan en clase ejecutiva en todos los malditos vuelos de corto y medio alcance (aunque sean de 4 h.) desde hace siglos y cuyo proveedor, si le pagan, debe ser hipermegamillonario. Aterricé y tuve que pasar por un mostrador normal de control de pasaportes, porque los automatizados fallaban, pero me dieron trato preferencial para hacerlo el primero, me figuro que porque les di pena. Por supuesto, tuve tiempo a ir al hotel y desayunar con un amigo antes que me pasaran a recoger para la ceremonia.

En mi salida a Santiago de Chile también pasé por los mostradores manuales, curiosamente porque estaban casi vacíos y en los automatizados había una pequeña cola, previo paso por el comodísimo control de seguridad exprés, cuya cita previa se solicita gratuitamente por Internet y funciona muy bien, proporcionando prioridad sobre los que no lo tienen. En la magnífica sala VIP del aeropuerto de Carrasco me di cuenta de que estoy demasiado viajado, porque me recibió en la recepción la hija de un amigo, No sé si el mundo es un pañuelo o yo tengo muchos pañuelos.

Latam acababa de abrir, enfrente de sus mostradores de facturación de clase ejecutiva en el aeropuerto de Santiago de Chile, un espacio reservado para clientes de los dos máximos niveles de su programa de viajeros frecuentes para que obtengan su tarjeta de embarque y entreguen el equipaje confortablemente, en el que no miran la cantidad ni el exceso de peso, pues no hay básculas y atienden en mesas altas de pie, aunque hay sofás para descansar y suministran al cliente botellas de agua. Personal de una subcontrata lleva luego las maletas a las cintas correspondientes, sin que el pasajero se preocupe de ello. Me pareció un excelente producto.

En la muy agradable, amplia y bien dotada sala VIP de la compañía chilena ya no hay alfajores de dulce de leche que estaban buenísimos y de los que siempre robaba cinco o seis para consumo personal fuera de allí. Me pareció deplorable. Los han remplazado por unos canutillos rellenos también de dulce de leche que están todavía mucho mejor, pero que ya no se pueden robar higiénicamente, porque carecen de envoltorio. Pero valoro muy positivo el cambio, al igual que la barra de bar que hay dentro con bebidas de todo tipo y donde preparan el café que el demandante quiera a la vieja usanza, con todo tipo de posibilidades y leches.

Hacía siglos que no viajaba a Gran Canaria. Su terminal se ha quedado desfasada y anclada en el tiempo, aunque, para regresar, la sala VIP de Aena ha crecido mucho y es muy cómoda y funcional. Lo hice en un Boeing 787 de Air Europa con una tripulación muy agradable, fallando como siempre el “handling” de Groundforce, Llegamos antes de la hora, lo cual me vino muy bien, pues había aterrizado el lunes anterior de América y el sábado volvía a ese Continente, lo que hacía que estuviera desbordado de cosas. Milagrosamente nos estacionaron en la T2, en lugar de en la T1 (normalmente a esa hora el avión suele hacer un intercontinental y me figuro que al día siguiente le programaron otro Canarias).

Ilustración generada con IA.

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Mi presumible buena suerte se tornó en lo contrario, pues la pasarela telescópica (finger) estaba estropeada y debíamos desembarcar mediante jardineras (autobuses). Si ya son malos, con una incidencia no programada de este tipo, fue un desastre, produciendo una espera eterna a bordo hasta que llegaron las escaleras, para que luego nos dejaran en la terminal que correspondía. El personal de Groundforce parece que está desanimado y que le es igual todo, especialmente ofrecer un buen servicio a los pasajeros de los que viven. Por ciento, el programa de viajeros frecuentes Suma de Air Europa ha migrado a otro sistema y ahora es otro desastre.

También hacía mucho tiempo que no iba a Río de Janeiro/Galeao, por lo menos dos años, y comprobé nuevamente que la ampliación de la zona internacional está hecha con los pies, obligando a una inacabable caminata hasta llegar a una zona de control de pasaportes plagada de gente. La costumbre del lugar es que si la aduana quiere inspeccionar una maleta la retienen, pero al pasajero no le informan, con lo cual hay que esperar a que salgan todas e ir a reclamar al mostrador de “lost and found”, en donde tienen manuscrito las referencias de los bultos que están allí. Se debe esperar otra lenta cola, por la ineficiencia del personal, y que lo chequeen. Al día siguiente recibí un correo electrónico de Iberia congratulándose de que mi vuelo había llegado antes de la hora. Me molestó mucho, porque entre unas cosas y otras yo salí de la terminal una hora y media después.


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