Pese a haber dos niños pequeños –que yo los prohibiría en las clases nobles, pues, dependiendo de su educación y estado pueden amargar la vida a pasajeros que han pagado una fortuna-

Pese a haber dos niños pequeños –que yo los prohibiría en las clases nobles, pues, dependiendo de su educación y estado pueden amargar la vida a pasajeros que han pagado una fortuna- en las ocho plazas de la cabina de First Class de uno de los trayectos intercontinentales que hice en Boeing 787-9 de British Airways, el hábitat era bueno y la tripulación de cabina de pasajeros excelente. El vuelo en cuestión supuso ser el más largo de mi vida, de catorce horas y media, y en conjunto fue agradable, con un buen “catering” y un mejor servicio y un pijama que entregan para dar una uniformidad nocturna de los pasajeros, como si fuera un espectáculo de payasos, para el que conmigo no contarán nunca. El programa de entretenimiento lo puedo calificar de muy bueno. El defecto inicial radicó en que de las cuatro maletas que llevaba facturadas desde Madrid, una no llegó y otra la entregaron severamente rota. Siempre he tenido la teoría que lo realmente importante no son los problemas, sino las soluciones y en este caso British actuó brillantemente. La extraviada me la llevaron sin ningún esfuerzo por mi parte al hotel al día siguiente, tras enviarla con otra aerolínea; y la destrozada, después de la reclamación inicial realizada en el aeropuerto de destino, dos semanas después, cuando había regresado, completé el formulario, en el que daba la opción de pagármela (que es por lo que opté) o comprar otra maleta. A los cinco días recibí una transferencia. Entre medias me llamaron varias veces del departamento de atención al cliente de la aerolínea británica para interesarse por la situación y ponerse a mi disposición para solventar las dificultades. Realmente, mejor no lo pudieron hacer, lo que demuestra que, en el fondo, es una gran aerolínea. El retorno fue más mediocre: la sala VIP pertenecía a otra aerolínea de Oneworld, que, aunque es buena, mezcla a los de primera con los otros pasajeros “premium”, embarque desorganizado, avión no limpio y con defectos de mantenimiento en la cabina. El “catering”, como casi siempre ocurre cuando se carga en un destino, a años luz del que se sube en Londres, pero con una tripulación también buena. A la llegada a Londres, aunque el estacionamiento era para aviones del tamaño del A380, con tres pasarelas telescópicas, sólo se aproximó una, a la puerta de clase ejecutiva, con lo que tuve que esperar a que desembarcaran sus pasajeros para salir. Correspondía un almuerzo en la sala “Concorde” de First Class de muy buena calidad y estupendamente servido y el embarque en la clase ejecutiva de British a Madrid, que, pese a los asientos de alta densidad, permitía que el central se abatiera en parte, convirtiéndolo en mesita. El “catering” francamente malo, pero yo ya estaba bien servido. La First de British no es mala, aunque si mejorable con unos pocos detalles de estilo. Tras varios meses de incógnita sobre el nuevo programa de viajeros frecuentes Flying Blue de Air France-KLM, en el que no se vislumbraba claramente en qué se iba a convertir y cómo afectaría a sus miembros, finalmente se presentó la cruda realidad: ningún beneficio adicional y muchos perjuicios, ya que ahora se necesitan demasiados vuelos para mantener la categoría o alcanzarla, del orden de un 25 por ciento más en la mayor parte de los casos. Esto casi nunca suele funcionar: un precio mucho más caro a cambio de nada. Simultáneamente, el programa de viajeros frecuentes Suma de Air Europa ha ofrecido, controlando hábilmente cuántos segmentos hicieron en su red los titulares de Flyng Blue, al que pertenecía la aerolínea española hasta crear ese suyo propio, ha otorgado la misma categoría para ganar nuevos adeptos, en algo que se puede calificar como sorprendente, inteligente y de una estrategia para quitarse el sombrero. En esta ocasión hay que felicitar por la osada acción a la compañía mallorquina, al tiempo que censuro la tomadura de pelo del grupo franco-holandés. Desde ahora soy Platinum de Suma y de Flying Blue, pero me he convencido que es mejor seguir el camino de Air Europa, también miembro de la alianza Skyteam. A AENA hay que felicitarla por ser una gran compañía y uno de los mejores y más grandes gestores aeroportuarios del mundo, pero hacen cosas que contrastan. Una de ellas es la manía de instalar y suprimir pasillos móviles. De repente aparece uno en un lugar sobre el que el usuario se pregunta su utilidad e inopinadamente desaparece otro, sin saber el motivo. Y mientras hay otros que están en permanente funcionamiento, por ejemplo, el doble que desciende del vestíbulo donde se unen las terminales A, B, C y D del aeropuerto de Palma de Mallorca hacia la zona de recogida de equipaje, por el lado donde llegan los vuelos que necesitan control de pasaportes. Están permanentemente en movimiento y siempre que no lo utilizo (camino en paralelo) nunca he visto en los últimos 10 años a nadie circular por ahí, con lo que presumo que lo deben emplear 30 o 40 personas por día (15 a 20 por cada uno). No parece un punto a favor de la certificación medioambiental de la instalación, ni de la coherente política de ahorro en asuntos que no tienen ninguna utilidad práctica. Por lo menos podría tener un sensor para arrancar cuando detectara la presencia de alguna persona. JAVIER TAIBO

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