Ryanair es una compañía que cada vez me cae peor y siempre me propongo no utilizar. Prefiero pagar 30 euros más en otra aerolínea, antes que soportar sus imbecilidades, actos zarrapastrosos y a su personal, que parece más enfadado con sus empleadores que los propios pasajeros, me figuro que harto de recibir quejas y sufriendo malas condiciones laborales. Pero que de trato al cliente saben poco… poquísimo. Tuve la desgracia de invitar a volar conmigo a un gran amigo, mucho más importante que yo, lo cual no es difícil, cuando las únicas plazas en ese domingo, en el que finalizaba un puente, eran en la empresa irlandesa, cuyo nombre suena como si ordenaran militarmente que la gente se ría.
Para él fue original, ya que no había probado, afortunadamente, hasta ese momento las aerolíneas europeas de bajos costes. Lo primero sorprendente es que ¡Rían Ar! se erige en controladora de documentación, función que no le corresponde, exigiendo que los pasajeros que no son ciudadanos de la Unión Europea acudan para chequear su pasaporte al mostrador de entrega de equipajes, pues si no les ponen un sello de justificación en la tarjeta de embarque no les aceptarán.
Allí, después de esperar una cola, dicen que eso hay que hacerlo en la oficina que tienen (o, mejor dicho, que dispone su subcontratada Lesma), sirviendo las protestas de poco. En el otro mostrador, nuevo enfrentamiento con la gorda envejecida que “atendía”, al que los comentarios le encendían su adrenalina. Había pagado prioridad de embarque, que es otra forma que tienen de sacar dinero. Ocurre lo mismo con conceptos inexplicables, tasas que varían de un día y de un vuelo a otro, etc., de tal manera que una línea que se ofrece con 19 euros se convierte en 58 o en lo que se les antoje, teniendo que andar con mucho cuidado para no pagar por una maleta que no se va a llevar o por un seguro que hay que buscar cómo rechazar, además de una tasa por pagar el billete con tarjeta crédito, que excede en mucho lo que realmente abonan ellos al emisor,…
Y pobre de usted como aparezca sin la tarjeta de embarque ya impresa o su documento no sea el que les gusta, o haya errado introduciendo sus datos. En fin, la prioridad de embarque se traduce en que puede abordar el avión entre los primeros. Mi amigo llevaba un “trolley” de equipaje de mano normalizado para portarlo en cabina, pero la agente de embarque se empeñó en que tenía que introducirlo en la estructura para comprobar que era conforme a su normativa y, si no, sacarle más dinero. Le costó trabajo, pero entró presionando. A la señorita se le ocurrió que tenía que penetrar sin presión, pero se armó tal escándalo de solidaridad entre los camaradas que lo dejó pasar.
Como siempre, no le dejan a los pasajeros dormir, intentando vender cigarrillos electrónicos sin humo, periódicos, comida y bebida, un “rasca y gana” y no sé qué mas imbecilidades, en un asiento en el que, si es alto, salvo que vaya en la primera fila o en una salida de emergencia, va a sufrir en la rodilla, pese a que el respaldo de la butaca anterior no se puede reclinar. La pena es que Vueling no dé la talla en el campo de los bajos precios, pues de ser así nadie volaría en ¡Rían Ar!, mientras Iberia abandona lentamente sus enlaces domésticos y parte de los europeos, cediéndoselos a su participada.
Mal síntoma que el mantenimiento de interiores en una compañía aérea esté descuidado, pues suele indicar que el conjunto de su sistema en este campo no es una maravilla. Adquirí un billete para ir en la fila uno, con el asiento de al lado vacío, en Vueling para volar entre Madrid y Palma. El reposabrazos derecho estaba totalmente roto y cubierto para paliarlo con una especie de esparadrapo. Me cambié al del otro lado y el respaldo se iba hacia atrás, además de que la cabina se veía espectacularmente sucia.
Si a esto le añadimos que nunca esta compañía es la opción más barata para ir entre esos dos aeropuertos, que el mismo vuelo en la página “web” de Iberia, a la que ha sustituido en esa ruta, es mucho más caro y que nunca se puede volcar el programa de viajeros frecuentes Iberia Plus para obtener billetes con puntos entre la capital de España y Mallorca, se me está atragantando como opción, y más todavía cuando observo que esas filas en que se dejan las butacas libres en el centro las suelen ocupar polizones, mal llamados “extra crews”, como ocurría en la Business de Iberia, su principal accionista.
Por obra y gracia de Air Berlin, me estrené en su participada austriaca Niki, también entre Madrid y Palma. Una tripulación simpática y profesional y con el adecuado servicio de su matriz alemana. Me gustó. Fui otra vez en el AVE, en esta ocasión ida y vuelta en el día a Valencia. Me llevé toda la prensa del día y cosas de trabajo y, al final, no me dio tiempo de despachar casi nada: sólo hora y media por trayecto. Viajé en clase Business y a la ida el menú ofrecía desayuno frío o caliente, pero cuando lo servían sólo tenían el caliente, que estaba frío. Es decir, mentalidad de tren de cercanías.
JAVIER TAIBO