Cuando empecé a escribir estas líneas definí como bastante buena la Primera Clase de la brasileña TAM entre Madrid y São Paulo, la única, junto con Singapore Airlines, que ofrece este tipo de servicio entre España y América, sintomáticamente las dos llegando a la ciudad brasileña, aunque la asiática partiendo de Barcelona. Lo que pasa es que, después de sufrir el retorno, ya no puedo definir como excepcionales sus servicios en tierra en todas las escalas cuando se vuela en First, sino sólo en Madrid y a la ida en Guarulhos. En Barajas no sólo ofrecen vehículo de recogida y existe un mostrador dedicado exclusivo, al que le acompaña una señorita y se le hace la vida muy fácil al cliente, sino que, además, pretenden acompañarle a la sala VIP, a donde se le va a buscar para el embarque, que se hace con total prioridad.
La butaca, convertible en cama (para lo que se habilita una especie de sábana gruesa que se coloca sobre el asiento cuando está en posición absolutamente horizontal), no es la de Singapore, pero sí bastante confortable y amplia, el sistema de entretenimiento muy bueno, con -creo- casi todas las películas dobladas al castellano (pero no tienen todos los aviones estandarizados, con lo cual puede tocar uno en el que estos términos no se cumplen, como me ocurrió en el regreso); un “catering” muy decente y los productos típicos, como pijama, zapatillas y elementos de aseo, parte de la prestigiosa firma holandesa Rituals, aunque el retrete es muy normalito.
El único usuario de las cuatro plazas era yo, con lo que me temo que quizás no dure este servicio. En São Paulo a la ida (la vuelta fue muy diferente también) hay una persona para atender al viajero a pie de avión y llevarle, como era mi caso, a hacer el tránsito hacia otro destino sin pasar el control de seguridad preceptivo al que tienen que someterse los otros, acompañándole a la sala exclusiva de Primeira de TAM que existe en Guarhulos, dotada de un buen “catering” e incluso con un piano. Allí se le recoge y acompaña nuevamente al pasajero cuando su vuelo de conexión está prácticamente embarcado.
En todos los saltos, el comandante (en Sudamérica, en general, los pilotos tienen menos humos que en España y no han ascendido a ese grado, quedándose en simples capitanes) estaba fuera del avión, en el “finger”, recibiendo a todo el pasaje, es decir, igual que en Iberia, que se sienten dueños del avión y de los clientes, a los que parece que disfrutan haciéndoles sufrir. El Madrid-São Paulo lo hice en un Airbus A330-200 y el vuelo de conexión que tenía a las tres horas lo operaba un Boeing 777, que, pese a ser más ancho, tenía idénticos asientos, con la diferencia que los pasillos son más amplios.
En el aeropuerto brasileño coincidí con un colega que iba en Business y se quedó preocupado, debido a la política de su empresa, porque le ubicaron en uno de los cuatro asientos de Primera, pensando inicialmente que le habían hecho un “upgrade”. Conjuntamente con él descubrí que el segmento transamericano estaba comercializado sólo con ejecutiva y turista. En este caso, la carta -y el desayuno- eran de Business, los auriculares no se parecían ni de lejos a los estupendos del tramo intercontinental y no proporcionaban la especie de sabana gruesa para tumbarse encima de ella, aunque el edredón creo que era el mismo, quizás más pequeño. No se entregaban los productos de aseo propios de la clase y condición, pese a que en mi tarjeta de embarque ponía claramente First Class en ese trayecto, es decir, hay que considerarlo un engaño con todas sus letras.
En la llegada también había un agente para recibirme y acompañarme al control de pasaportes y recoger el equipaje, teniendo TAM allí la política que no puede salir por la cinta ninguna maleta si no se han entregado antes las de Primera. Después sigue el agente escoltando al cliente a pasar la aduana y a presentar al conductor que llevará al pasajero hasta el hotel. Es decir, muy bien, pero sobre todo por los servicios en tierra, que se mantuvieron en los dos casos como de Primera Clase, pero no así a la vuelta, y que suelen ser justamente en los que fallan casi todas las aerolíneas, aunque el tratamiento a bordo sea aceptable.
Es una experiencia para repetir yendo a São Paulo, pero no para regresar. El problema es que nueve días después, el retorno fue lo contrario, como si se tratara de dos aerolíneas diferentes. En facturación había pasajeros de otras clases atendidos en el mostrador de Primera, que existía pese a que, nuevamente, en el tramo a São Paulo esa cabina se comercializaba como Business, aunque el trato fue muy adecuado.
Como sala VIP en Santiago se utiliza la de clase ejecutiva de American Airlines y sorprende que no sea la de Lan, con la que está en un proceso de fusión, si bien la de la estadounidense creo que está menos congestionada. El embarque, absolutamente caótico y con personal incompetente, fue en la puerta más alejada, con una incomodidad a la que me estoy desgraciadamente acostumbrando. Y, por falta de espacio, terminaré de contárselo el mes que viene... que para eso parece una compañía absolutamente diferente en los dos trayectos. Es una pena, porque era prometedora.
JAVIER TAIBO