Los chiquillos de Air France, después de haber suprimido la Primera en muchos de sus vuelos, deberían imitar a Iberia y que el asiento de ejecutiva se ponga totalmente horizontal. Su clase de negocios tiene poco que competir con la española o con Lan, salvo porque en muchas ocasiones es bastante más barata, aunque suponga la incomodidad de hacer tránsito en París. El asiento es peor, aunque más moderno; los siete lugares por fila del 777 son repelentes, por mucho que la cabina del birreactor norteamericano sea más ancha que la del A340; aunque el sistema de entretenimiento es mejor que el de Iberia, pero no así que el de la chilena. Lo que sí es sensacional a la ida es el “catering”, en cantidad, calidad, variedad, presentación, etc. Ponen una mantequilla buenísima, no como en otras, que deben pensar que los pasajeros la utilizarán para untar el avión.
He aclarado que a la ida, porque en el retorno las comidas se parecían tanto como las del Macdonald’s a las de un restaurante con ruedas de Michelin. Alucinante y no exagerado. El pan era como el blandito asqueroso y barato de los niños en un colegio del Bronx, la mantequilla de hotel de dos estrellas y el almuerzo y el desayuno escasos y vomitivos. Menos mal que llevan mostazas variadas galas para camuflar el sabor, que dan ganas de agregarla hasta en unos extraños huevos revueltos entortillados (con perdón) sobre algo pegado negro en el plato que parecía chocolate que tuve la desgracia de elegir para el desayuno que te dan a la hora de la comida, antes de aterrizar en París. Todavía tengo náuseas.
El tránsito supuso una caminata, pero despejada, ya que el aeropuerto “Charles de Gaulle” un sábado al mediodía estaba desierto, al igual que el vuelo de Air France de conexión a Madrid: íbamos en Classe Affaires dos personas, por lo que embarcaron otros tantos almuerzos. El mío se deslizó al suelo desde la mesita, desparramando los productos, por lo que me quedé sin comer. No se si no dan ya nada en turista, aunque creo que sí, pero siquiera me lo ofrecieron. Por lo menos mi maleta, en lugar de extraviarla en la capital francesa, salió la primera en Barajas. Air France ha dejado de ser para mí una opción favorita en los vuelos intercontinentales.
Llegando con Air Europa de Palma, estacionaron el 737 en Barajas en una posición remota. Mirando desde enfrente la T2 y la T3, no había ninguna pasarela telescópica de acceso a aeronaves ocupada. ¿Será posible que haya huelgas de “fingers”? No por ese motivo, hice el siguiente Mallorca-Madrid-Mallorca en “ferry” y coche, que para variar es encantador, relajante e incluso divertido. Una vez al año no hace daño.
La sala VIP de AENA en el aeropuerto de Málaga es una de las más agradables y mejor provistas que he gozado. No así Rían Ar, que cada vez me cae más gorda y que utilizo de tarde en tarde por razones circunstanciales, en absoluto de preferencia. Me sienta peor que Berlusconi en sus momentos de megalomanía sexual y de falta de respeto a la Justicia. Nadie me aclara porqué en el embarque dejan siempre nueve asientos bloqueados en la parte delantera, impidiendo que se sienten sus torturados pasajeros.
Pero tampoco hay que irse a compañías irlandesas para tener ganas de vomitar. Entre Palma y Madrid, un cretino de piloto, mal vestido como si fuera a la playa del pantano de San Juan en Madrid en un domingo de agosto (a que adivinan enseguida cómo supe que era piloto), sentado en la Business de Air Europa se permitía, dando un pésimo ejemplo de profesionalidad y de chulería, tener el respaldo del asiento reclinado mientras rodábamos por el aeropuerto de Palma de Mallorca, sin que los tripulantes de cabina de pasajeros le dijeran nada, hasta que yo dije que le dijeran algo. En la llegada se lanzó a través de los clientes para despedirse de sus colegas que le llevaban por la jeta.
En mis tiempos, los gorrones hubieran permanecido sentados hasta que desembarcaran los pasajeros de pago, para no molestarles. Y en mis tiempos, las compañías norteamericanas exigían a los beneficiarios de billetes gratuitos que viajaran con chaqueta y corbata y no se jactaran nunca de tener derecho a esa condición… claro que a un gorrón y polizón al que le dejan ir sin billete bajo la patraña de “extra crew” no se le puede indicar en el documento de viaje las exigencias para que se le permita desplazarse así, más que nada porque no hay ningún documento que lo soporte.
Yendo más lejos, España es auténticamente alucinante que haya comandantes que lo hagan y tripulaciones que lo permitan: llevar a colegas sin asiento, máscara de oxígeno ni cinturón de seguridad en su cabina de pilotaje, poniendo en riesgo la vida de decenas de personas. Es para dejar de volar en las compañías que, sabiendo que esta práctica ocurre en muchas ocasiones que el vuelo va lleno, no lo cortan de cuajo, mientras que las autoridades aeronáuticas no lo sancionan contundentemente. Este país parece en muchas cosas peor que el tercer el mundo, con la desventaja de que allí, encima, es raro que hagan huelgas.
JAVIER TAIBO