En Air Europa disfruté de una magnífica tripulación, especialmente la sobrecargo, que me permitió llevar mi gran maleta, potencialmente de mano, en la cabina de Business para que no perdiera mi conexión con Singapore Airlines a São Paulo, cuya Primera Clase sigue siendo la mejor opción de sibarita para ir a Iberoamérica. Había dos pasajeros con billete gratuito con dos bebés, que separaron a cada lado del pasillo por seguridad ante una eventual evacuación, aunque eran de la compañía. Así me gusta.
Una cosa que no he conseguido que nadie me explique es porqué algunas aerolíneas conminan a que los viajeros no tengan el respaldo del brazo central levantado. No consigo deducir en qué afecta a la seguridad, aunque en este caso estoy seguro que tiene una explicación lógica, pero se me escapa. Si alguien puede aclarar la duda, que no me escriba a www.quierotenerelreposabrazosdelasientolevantado.com.
Lo que sí es malísima es la página “gueb” de la singapureña. Compré un billete, pero no conseguí agregar en Internet mi número de Spanair Star (que un mes después y tras tener bloqueada durante diez días su página, todavía no me ha sumado los puntos); señalé que mi tratamiento era de Mr. y lo canalizó, incluso en la tarjeta de embarque y en el tratamiento de la tripulación, como “sir” (lamentablemente no me ascendió a “lord”) y con unos servicios en tierra que no acompañan a la calidad a bordo, hasta el punto que en la ida y en la vuelta el pasajero de primera tenía que facturar en mostradores de Business, por que en los correspondientes a esta clase facturaban en los de Primera. Por lo menos en Barcelona estaba suplido por la simpatía y sinceridad del personal.
Lan utiliza en SãoPaulo/Guarulhos la horrible sala ¿VIP? de American Airlines, que con elementos como este se entiende que se haya tenido que acoger al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras estadounidense. En el A320 de Lan Perú el sobrecargo me propuso si quería que eliminara el reposabrazos y la mesita central de la fila 1 para que fuera más cómodo, incluyendo en el despegue. Por eso no entiendo lo que mencioné antes. En Taca, entre Lima y La Paz, la butaca de la fila 1 que tenía reservado graciosamente (jejejejeje) me la quitaron, pese a que constaba por escrito que la tenía asignada para dársela a una especie de matrimonio con aspecto de oligarcas emigrados de Alemania en los años cuarenta regresando a su segunda casa después de estar de compras en Florida, donde, según mi fantasía, se alojaban en un hogar de Coral Gables.
En todos los casos mi maleta en ese periplo, etiquetada con prioridad, salió de las últimas. Lo peor es que mi pasaporte ya no daba para más, salvo que pusieran algún sello encima de la foto. Me llamaron pacientemente la atención y tuve que cambiarlo. Un mes después el nuevo lo tengo ya con tres páginas saturadas. El aeropuerto de El Alto de la capital boliviana me recuerda a la terminal de La Coruña hace veinte años. La zona de espera para el embarque en vuelos internacionales consta de una pequeña sala con varias minúsculas tiendas. Es divertidísimo.
Y por fin me afectó la huelga de Air Europa. Había comprado un Madrid-París-Toulouse-París-Madrid a Air France y el primer segmento era operado en código conjunto por Air Europa. El día anterior, domingo, me llamaron de la compañía francesa para comunicarme que lo habían cancelado y ofrecerme excelentes soluciones. Nunca trataron de eludir su responsabilidad tirando la pelota a la compañía española, sino que asumían que yo era un cliente suyo y que el problema también era suyo. Igual que aquí, vamos. En los tramos domésticos no hay Business, pero si servicio abordo gratuito. Me agradan estos chicos a veces. Poco después tuve que viajar a Santiago de Chile a una cena con lo que, para espanto de ellos, fui y volví con la misma tripulación de Iberia.
Hice Madrid-Lima con conexión en París usando Air France. Me preocupé en Barajas porque la compañía gala llevaba toda la semana con retrasos por mala meteorología en la capital francesa en el primero de la mañana y, de hecho, nos demoramos media hora en salir, cuando mi tiempo de tránsito no era muy sobrado. Gran alegría provocó en mi que aparcáramos en la terminal 2F, que era la misma de la que partiría hacia Perú, y eclosión positiva mental al ver que el 777-200ER que me llevaría estaba estacionado en el “finger” de al lado. Pues no: desembarcamos para subirnos en una incómoda jardinera que nos trasladó a un punto relativamente lejano de esa terminal.
Afortunadamente, en el control de pasaportes hay un “fast track” exclusivo para los pasajeros de clases nobles y otro para el de seguridad (algún día podrían certificar como válidos todos los aeropuertos europeos y que el efectuado en Madrid implique que no es necesario volver a pasar otro en París), pero este con una característica: por el mismo pasan también empleados, enfermos, discapacitados, etc., etc., con lo cual da la impresión que casi es más ágil la mayor cola del control de pasajeros “normales”. Después de eso hay una larga caminata deshaciendo lo rodado, hasta ir a la sala VIP, que estaba como un corral hacinado. Casi inmediatamente se anunciaba el embarque en hora, no sé para qué, porque, al final, con todo el mundo a bordo, salimos con más de sesenta minutos de retraso.Como comandante simpático, uno de Air France, que, además de recibir y despedir al pasaje en la puerta de la cabina de pilotaje hilarantemente, dio tronchantes voces de explicación de lo que acontecía, nada esperpénticas ni molestas, provocando la sonrisa frecuente de los clientes, menos de la guapa dama que iba a mi vera, que parecía un clon de mi carácter y que no movió los labios salvo para dar impertérritas respuestas a las preguntas de los auxiliares de vuelo. Yo iba a París en tránsito a otro lugar de Europa y tanto el avión de llegada como el de salida los estacionaron en un remoto lugar, pese a lo cual hice la conexión sin problemas mayores. Pero es incómodo Carlitos de Gaulle.
No he podido estrenar los puestos automáticos de control de pasaportes de llegada en vuelos internacionales procedentes de países no firmantes del Tratado de Schengen de Madrid/Barajas, ya que siempre que estoy en esos filtros están inoperativos, pues los abren más tarde. No acabo muy bien de entender porqué una máquina automatizada tiene horarios de actividad, pero no creo que sea por descanso o por convenio colectivo. Somos extraños los españoles y en ocasiones producimos pitorreo.
Para conexiones horribles, el Aeroparque “Jorge Newbery” de Buenos Aires. Tenía que desplazarme de Asunción a Montevideo y la compañía uruguaya Pluna canceló el vuelo por razones desconocidas y sin que, para variar, me haya devuelto el importe del pasaje tres meses después. Las cuatro personas que íbamos juntas compramos billetes a Aerolíneas Argentinas, con tránsito en el aeropuerto metropolitano de la capital de su país. Tuvimos que desembarcar allí en autobuses para sufrir un ridículo control de pasaportes, de entrada, de salida y de entrada en Uruguay en la misma terminal, para volver a embarcar también mediante jardineras… en el mismo avión y con la misma tripulación. Un modelo de comodidad en la Clase Cóndor del viejo chiringuito de Air Comet.
JAVIER TAIBO