Air Europa se ha beneficiado sin remordimientos del cierre de Spanair, subiendo principalmente las tarifas escandalosa y descaradamente en los vuelos a los dos archipiélagos españoles. Pero cuando una aerolínea con un modelo de gestión de su estilo se dedica a elevar los precios en su clase ejecutiva reduciendo simultáneamente los costes en ella, se deduce que las cosas no marchan nada bien y que no ha entendido el negocio con los pasajeros que más pagan. Yendo a Palma, en el mostrador de facturación de Business emitieron la tarjeta sin que apareciera impresa la indicación VIP para pasar por el control de seguridad exclusivo (Fast Track), tras abonar por ir y volver más de 700 euros.
Se lo hice notar al agente y contestó que era más cómodo el acceso normal, informándome estúpidamente que tras el cierre de Spanair no tenía apenas clientes. Esto es síntoma claro que su personal tiene la indicación de intentar evitar el importe que AENA cobra por cada usuario del Fast Track. Le conminé a que la emitiera correctamente, aclarándole que yo accedía por donde consideraba oportuno, lo cual ejecutó de no demasiados buenos modos. Los controles de seguridad son una muestra de la falta de estandarización de procedimientos de este país. Un día dicen que hay que descalzarse y unas horas después que no.
En el Fast Track, la mujer que controlaba la pantalla del escáner hablaba de temas personales ostensiblemente con un guardia civil, mientras la cinta estaba detenida porque había varias bandejas vacías en la salida. Se lo hice notar, reaccionando la individua mal y con desgana. Menudo tratamiento de pasajero prioritario en un país con 5 millones de parados. De ahí acudí a la sala VIP y la llamo así porque quiero mentir, de la terminal T3, que me empieza a producir arcadas el utilizarla. Estaba bochornosa, con las mesas sucias y la cafetera (sorprendentemente la única) averiada, a lo que se añade el que tienen asegurados a los periódicos unos tacos de madera para que los clientes no se los lleven, lo que viene a decir que nos consideran unos chorizos y que, además, son unos cutres.
Su política comercial es, además, demencial. Hace poco, llegando de viaje, quise acompañar a una dama durante su estancia en ese lugar esperando a que embarcara, aclarando que poseo una tarjeta que paga por ese servicio, es decir, que supongo un ingreso para AENA. Pues no me dejaron entrar porque, según las empleadas y la supervisora con la que exigí hablar por teléfono, el lugar sólo es para pasajeros de salida: ridículo. Me llegó a decir que la sala estaba en una zona que era sólo para personas que iban a embarcar y le contesté si había estado alguna vez en un aeropuerto.
El embarque prioritario de Air Europa está tan mal organizado que parece que el pasajero que tiene ese derecho se cuela ante las narices de los demás, produciendo situaciones de rechazo por parte de los compañeros de viaje que llevan cierto tiempo haciendo cola. Ya en el “finger”, la sobrecargo me retuvo en la puerta, pensando que iba en turista, mientras un cliente con dificultades motrices acompañado por otros se dirigía hacia la cola del avión. A bordo, los pasajeros frecuentes –o por lo menos yo– de Air Europa deben estar hartos del maldito video publicitario en todos los vuelos y de la canción de “volare” de las napias.
Pago 700 euros y encima recibo tortura psicológica por parte de descerebrados, mientras que el servicio a bordo consiste en un pastoril canasto con bolsitas de lo que algunos humanos llaman, no sé porqué, “chuches”, con lo que más parece una sesión de cumpleaños infantil pobre. La distancia entre asientos es incómodamente baja y, para colmo, no se ofrecen periódicos, según la tripulación en ningún vuelo a partir del mediodía. En este contexto, en mi caso obviamente les sale por la culata la petición de ayudar a la limpieza del avión, entregando los periódicos (je, je, je, je, je, je) y otro material que los viajeros no quieran llevarse. Es decir, un timo y con una caradura pasmosa.
En realidad, la única ventaja es que el asiento central no se ocupa, pues está reconvertido para disfrutar de una mesita. Además, estoy harto de los mensajes justificando el retraso por la perogrullada de la llegada tardía del avión, mientras existe la costumbre de publicar tiempos programados muy grandes, con lo cual se facilita enormemente el anuncio triunfal de haber llegado en hora. Para rematar todo, el estacionamiento de vehículos de la P2 de Barajas está más sucio que un túnel del tren metropolitano, pero, eso sí, es carísimo.
Air Europa tiene un magnífico avión, el Embraer 195, que lo han configurado como para que nadie vuele en Business: los mismos asientos y distancia entre ellos y, obviamente, sin butaca central libre, ya que tiene cuatro por fila. No entiendo que alguien pague 400 euros por una Coca-cola. Descubrí cómo se puede hacer una clase ejecutiva magnífica en esa familia de birreactores brasileños con la salvadoreña TACA: tres por fila, con un solemne asiento y sistema de entretenimiento individual. Una estupenda experiencia de lo bien que se hacen las cosas en el transporte aéreo en Iberoamérica y mal en el Viejo Continente.
JAVIER TAIBO