Lan, entre Buenos Aires y Santiago de Chile a las 6 de la madrugada: el sistema de música a bordo, estando aún en tierra, se les quedó 'colgado' con todo el pasaje embarcado, emitiendo continuamente dos notas musicales, que parecían una sirena de alarma, durante cinco minutos. Si llego a tener una pistola me hago famoso en los medios de comunicación de todo el mundo. Después, cuando desengancharon la unidad de potencia del suelo, no conmutó automáticamente a la del avión y estuvimos dos minutos a oscuras, sin que nadie diera alguna explicación, suceso que me figuro que a unos cuantos de los clientes les debió a preocupar, sobre todo si no comprendían que eso no pudiera pasar en vuelo.
En el “galley” (cocina) delantero no tenían hielo para los viajeros de clase ejecutiva y las bebidas estaban calientes y cuando llegamos la incompetente de la sobrecargo mantuvo una larga conversación con el personal de tierra, impidiendo que desembarcáramos. Es lo que yo llamaría un brillante vuelo en una compañía que se está derrumbando en calidad de servicio. Pero hay que reconocer que sus salas VIP en Santiago, Buenos Aires y São Paulo son de lo mejor del mercado, enormes, espaciosas y muy bien dotadas y amuebladas. Podrían nombrar al responsable de ellas al frente del servicio a bordo.
Lo anterior fue una maravilla en comparación con otro vuelo de Lan, en esta ocasión doméstico en Perú, en los que opera sólo con clase económica. Como titular del máximo nivel de pasajero frecuente de la alianza Oneworld, a la que pertenece, tengo derecho al asiento que quiero gratuitamente, incluido la primera fila y los de salidas de emergencia. Opté por el 1C. Cuando llegué a facturar mi equipaje, el “hajente” me informó que me cambiaban a la fila 2, aunque la tarjeta de embarque la había obtenido el día anterior, ratificando mi selección, reaccionando yo con rotunda oposición e inquiriéndole, muy molesto, el motivo.
La respuesta fue no satisfactoria: los asientos de la primera fila no estaban operativos. Fui elevando la presión y exigiendo que acudiera algún responsable y progresivamente me contestaban mas estupideces: que se habían estropeado, replicando que cómo iban a estar seis asientos fuera de servicio al mismo tiempo; que era una indicación de mantenimiento, y yo asegurando que la única razón para que no fueran aeronavegables es que estuvieran desprendidos o los cinturones de seguridad rotos; hasta que finalmente la supervisora, asumiendo que yo era idiota (lo único que tenía razón) se enrocó en que todos los cinturones de la fila 1 estaban estropeados.
Le pedí que me mirara a los ojos, mientras con suavidad le pregunté si pensaba que, con once mil horas de vuelo como pasajero, yo era retrasado mental, instándole a que diera la explicación real, sin mentir (costumbre que utilizan en esa compañía para engatusar a los clientes cuando quieren forzarles a hacer algo) y que reconociera que lo que sucedía es que querían sentar ahí a un alcalde, amigo o enchufado. En la tierra de las incas, esta debía ser descendiente del inca paz y aseveró que no era cierto. Ante mi estupor, me propuso que, para volar en la fila 1, me iban a embarcar en el vuelo anterior (que partía en 20 minutos y yo estaba todavía en facturación y con mi equipaje sin despachar).
Me quedé tan atónito que le propuse un acuerdo: que yo aceptaba ir en salida de emergencia en mi vuelo, con la condición de que el asiento de al lado estuviera bloqueado y con el preaviso de que embarcaría el último y que si me encontraba a alguien en la fila 1 la armaba gorda. Me dijo que no había problema, pero que de todas formas me iban a cambiar al vuelo anterior, lo que ratificaba mi creencia que lo que habían hecho es quitarme mi asiento para dárselo a alguien, a lo que reiteró su negación, que podía ir en el que quisiera, pero que era mejor que me fuera en el que salía en ya 15 minutos. Quise saber cómo garantizaba que estuviera a bordo mi equipaje y señaló a un empleado que lo llevaría personalmente y que ella me acompañaría al avión, como así fue, y que reconfirmaría allí que mi maleta estaba a bordo, y así ocurrió.
En la aeronave descubrí que mi butaca era de fila 1, pero no de pasillo, por lo que al protestar nuevamente la supervisora se volatilizó. Estaba claro que habían levantado a otro pasajero de su lugar y el sobrecargo me miraba con cara de resentido. Cuando llegamos a Lima, éste pidió a un pasajero situado dos filas atrás que le dejara su tarjeta de embarque para formular un parte de reclamación y cuando se la dio observé que era del asiento en el que yo volé. Le pregunté al auxiliar de vuelo si es que le habían forzado a cambiarse y me dijo que sí. Le explique lo que me había ocurrido, quiso que le facilitara mis datos para adjuntarlo al parte y cambió su actitud hacia mí, estrechando al final su mano. El humilde pasajero peruano y chileno casi nunca protesta y se traga lo que le dicen.
En otro vuelo tempranero de Lan en Santiago de Chile estacionado en una posición remota, la sobrecargo repartía periódicos a los pasajeros que embarcábamos. Una vez en el asiento me percaté que eran del día anterior. Es alucinante lo de estos chicos. Además, se dedican a matar arbolitos repartiendo impresos para la aduana argentina, que no son necesarios desde hace un año. A la jefa de cabina parece que no le sentó bien que protestara por ello e hizo lo típico de las empresas malas: echar la culpa a otro departamento. Tras el desayuno me preguntó si podía retirar mi bandeja, asintiendo, y ante mi sorpresa se llevó mi café sin empezar, situado en un espacio para tal fin situado en el reposabrazos. Le tuve que explicar lo que es bandeja y creo que tampoco le sentó bien.
JAVIER TAIBO