De todo hay en la viña del señor. Compré un billete a Aerolíneas Argentinas de Santiago de Chile a Montevideo con parada en Buenos Aires. El primer segmento, cómodo por el asiento y tripulaciones con más vocación de servicio que lo que he vivido en decenios en esa compañía estatal, quizás porque el nuevo Gobierno de Javier Milei les está poniendo las pilas. Eso sí, el ‘catering’ mantenía los dos idénticos ‘sandwiches’ que llevan sirviendo desde hace años en la clase ejecutiva de los vuelos regionales. La llegada al metropolitano “Aeroparque Jorge Newbery” fue muy fluida en inmigración y aduana.
Un grave problema de retardado mental lo tuve al día siguiente, que despegaba hacia la capital uruguaya a las 06:10, llegando al control de seguridad del mismo aeropuerto 40 min. antes, cuando la persona que revisa las tarjetas de embarque para permitir el acceso a los controles de seguridad y de inmigración me hizo notar que el vuelo era desde el aeropuerto de Ezeiza, distante a un mínimo de tres cuartos de hora de donde estaba. El caso es que en el documento lo había visto, pero no asimilado. Haciendo un alarde de gestión de crisis y de reactividad fui a los mostradores de facturación, tomando conocimiento que los otros dos vuelos del día estaban completos.
Confirmé que el billete era reembolsable (algo que todavía no se ha producido), pero tenía que gestionarlo en el mostrador de ventas. Mientras hacía un agente los trámites, busqué en Internet que ‘ferries’ había a la venta a Montevideo y el primero directo salía después del mediodía y llegaba como a las 16:00. Yo tenía una ceremonia a las 11:00, el auténtico motivo de mi viaje. Sin desanimarme, busque en la ‘web’ del transportista cuál era el primero y mostraba uno a las 07:30, que no aparecía a la venta. Decidí llamar a un vehículo de transporte con conductor -que, curiosamente, fue el mismo que me trasladó desde el hotel- para ir a la terminal de Buquebús. Compré un billete y logré llegar a mi acto con sólo 10 min. de retraso.
Al día siguiente regresaba a Santiago para enlazar a Iquique. Reestructuraron el control de seguridad y está más saturado todavía que antes. La preciosa terminal de Carrasco ya se quedó pequeña. El vuelo en el A320 de Latam fue mediocre y tenía que hacer tránsito al vuelo doméstico desde la nueva terminal de la capital chilena. El que ha diseñado esto no sabe nada de tratar bien a los pasajeros. Hay que hacer inmigración y aduana y salir como si el destino final fuese esa capital, para luego recorrer a pie un enorme trecho para llegar a la de vuelos nacionales y pasar un nuevo control de seguridad repleto de gente.
No hay sala VIP de Latam y la del concesionario del aeropuerto está sobresaturada y con productos de ‘catering’ malos y de poca calidad. En el largo vuelo a la norteña Iquique ofrecen un ‘sandwich’ que puede ser vegetariano o no. Pedí el primero que era una hamburguesa que estaba buenísima, hasta el punto que me gustó más que si fuera de carne. A la vuelta, el día siguiente ocurrió lo mismo. En Iquique tampoco se puede disfrutas de una sala VIP.
Mis asientos en los aviones parece que atraen a mucha gente, ya que en tres ocasiones en abril me he encontrado pasajeros en ellos, que han tenido que evacuar a desgana por indicaciones de la tripulación auxiliar. Uno de ellos fue en un Santiago-Lima de Latam en Boeing 787-9, en la que la poco prolija tripulante de cabina de pasajeros que estaba medio mal sentada en un ‘jump seat’ recibiendo al pasaje no le hizo mucha gracias que le forzara a expulsar al cretino que ocupaba mi butaca, Lo peor es que mi equipaje no salió como prioritario en Perú y llegué 30 minutos tarde a una cena.
De regreso a Madrid me tocó uno de los dos aviones que opera Iberia y que antes utilizó una aerolínea china y carecen de Internet. Como, definitivamente, están asignados a la ruta Lima, porque en las tres últimas ocasiones era uno de ellos, la aerolínea española debería informar anticuadamente a los pasajeros que no van a disponer de conexión a bordo. Evitarían frustraciones. En este caso las dos maletas llegaron con una eficacia admirable.
De Palma a Madrid con Air Europa me tocó otra tripulación para la que lo más importante eran los ‘extra crew’ y sus enseres en los ‘racks’ de clase ejecutiva. Llevaban un equipaje sin asegurar en un receptáculo vacío de contenedor que en la carrera de despegue se estampó estrepitosamente contra la pared del ‘galley’. Muy peculiar tripulación.