Fui a Ginebra, después de mucho tiempo ausente de esa tierra helvética, en la magnífica Air Nostrum…

Fui a Ginebra, después de mucho tiempo ausente de esa tierra helvética, en la magnífica Air Nostrum, bajo la marca comercial de Iberia Regional, cuyo trato hacia los pasajeros sigue siendo destacable, en un birreactor CRJ1000. Es cierto que los altos lo tenemos complicado para manejarnos en el aseo de ese estrecho avión, pero la flexibilidad de mi cuerpo permitió que hiciera mis necesidades acertando en el inodoro a plena satisfacción. 

El aeropuerto suizo es incómodo y está anticuado por todos los lados. Para regresar al día siguiente tuve acceso a la sala VIP de British, que no es tampoco una maravilla de comodidad, ni de ‘catering’ y estaba muy alejada de la puerta de embarque.

No sé si la gente se enferma más o aumenta la que vuela con patologías, pero no es raro que cuando yo me desplazo tengan que pedir por megafonía que se identifique si hay algún médico a bordo. En un Palma-Madrid a un joven pasajero le tuvieron que tumbar en el pasillo de la cabina de clase ejecutiva, con médicos, no médicos pero avezados en la materia, tripulantes y mirones de pie en los alrededores. Le pregunté a la sobrecargo de Iberia Express si formaba parte del programa de entretenimiento a bordo de su compañía aérea.

Interesante fue un aterrizaje en Santiago de Chile en un A350-900 de Iberia ayudado por un ILS (Instrument Landing System) en Categoría III, es decir, casi sin visibilidad. De allí, tres días después, me desplacé a Lima en un tempranero vuelo para llegar justo a tiempo a una ceremonia. Un alivio fue que el vuelo de Latam estuvo embarcado totalmente un cuarto de hora antes y salimos anticipadamente. Lo extraño para mí es que, ya en crucero, en el programa de entretenimiento marcaba que llegábamos con media hora de retraso. No era un error, ya que, por indicaciones, no sé si del departamento de operaciones de la aerolínea o del control del tráfico aéreo por congestión en el destino, volamos muy lentos, hasta el punto que tardamos cuatro horas, algo que no me había ocurrido nunca.

El localizar de vehículo de transporte con conductor en el aeropuerto de Asunción es algo caótico, pero no grave, dado el reducido tamaño de las instalaciones, que están a 10 km. de la ciudad. Lo peor allí, no obstante, fue en la salida hacia Santiago de Chile. Afortunadamente, tenía personal a mi disposición para facilitar el acceso al control de seguridad, que permitió que me saltara una larguísima fila de pasajeros. Me dirigí al mostrador de embarque para intentar que me cambiaran el asiento de la fila 2 a la 1 y allí descubrí que el vuelo tenía retraso, que alcanzó dos horas y media (no fue grave, pero llegué al postre del almuerzo con dos personas que había en el hotel del destino, donde pasé velozmente por inmigración y sin aduana). 

Latam Airlines no tiene acuerdo para que sus pasajeros “premium” accedan a una de las salas VIP del aeropuerto de la capital paraguaya, pero afortunadamente lo conseguí gracias a otros recursos. Estaba bastante repleta, pero bien dotada de “catering” y atendida por personal muy agradable. Como permanecí en ese lugar, no me consta que la aerolínea ofreciera algún refrigerio a los sufridos clientes, pero, eso sí, me fueron a buscar cuando se inició el embarque. A bordo la tripulación no parecía muy alterada por las más de dos horas de demora.

Volví a viajar a Canarias con Binter y reitero las bondades de esta compañía aérea de cara a sus clientes y me sigue sorprendiendo la simpatía, profesionalidad y predisposición a atenderlos por parte de su personal de tierra (handling), mucho más allá de cualquier operador de ese tipo de servicios. Y el “catering” gratuito, frío en los vuelos desde y hacia Madrid, permite que uno se dé por almorzado o cenado con calidad, lo cual lo deberíamos de contabilizar a efectos del coste del billete y de una comida. Incluso un corto desplazamiento entre Gran Canaria y Tenerife-Norte en ATR 72-600 permite disfrutar de agua y de una bolsa de aromatizados “quicos” gratuitamente.

En el regreso desde el chicharrero aeropuerto de Los Rodeos, a hora punta de un viernes por la tarde, me sorprendió que la terminal y la sala VIP estuvieran casi vacías y me permitió cenar por primera vez (la segunda a bordo) y trabajar un poco. Embarqué el último, junto con una señora que también estaba en la fila uno y, obviamente, los maleteros de delante del Embraer E195-E2 estaban llenos, pero la grácil sobrecargo nos ayudó a situarlos más atrás, con la promesa de que en la llegada, nos levantaríamos los primeros para recuperar nuestro equipaje de mano. Y no fue así, porque ella misma lo recogió y nos lo acercó a la primera fila. La verdad es que no hacía falta, porque nos estacionaron en una posición remota y desembarcamos mediante jardineras.

Palma, 27 de septiembre, muy alejado de la masificación turística del mes de agosto en Mallorca: Nunca había visto que la cola de gente en la parada de taxi llegara hasta dentro de la terminal. Cierto es que había suficiente cantidad de vehículos como para que fluyera ágilmente y conseguí llegar a mi cena con sólo quince minutos de retraso y pese a que el Boeing 737-800 de Air Europa aterrizó veinte minutos después de lo previsto. Pero llegué, cené y me divertí, que era de lo que se trataba.

Javier TAIBO


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