Febrero 2013

 

Siempre he dicho que cuando en la chilena Lan todo se desarrolla normalmente es una de las mejores aerolíneas del mundo, pero cuando surge algún problema de cualquier tipo se transforma en una de las peores. Iba a Santiago y, como unos 40 minutos antes de la salida, en la sala VIP de Iberia nos llamaron por megafonía a unos cuantos para informar de la desagradable noticia que nuestro vuelo tenía un ligero retraso de 17 horas, debido a causas técnicas estando el avión en Barajas, anticipándonos que no había posibilidad de cambiar a otra compañía, ni siquiera con escalas, por estar todo lleno. Como he criado percebes en no sé donde, según oía eso me apresuré a llamar al excelente servicio de Iberia Plus Platino y conseguir una plaza en la línea de la compañía española que partía 30 minutos más tarde, obteniendo el localizador de la reserva correspondiente. Sólo tenía que conseguir que Lan –que aseguraba continuamente que no había lugar en la competencia– endosara el billete. No lo logré: se limitaban a decir que no era cierto (es decir, que yo mentía), pues el avión de la compañía española estaba lleno. La contundencia de tener el localizador y montarles una bronca delante del resto del pasaje cabreado, provocó que casi se volatilizaran, hasta que el Iberia estaba materialmente partiendo.

Lo único que les interesaba era llevarnos a todos como borregos a un hotel (un colega de los cinco que conocía pacientes de la misma situación me contó que llegaron al alojamiento como a la una de la madrugada y tardaron una hora y media en darles la habitación) y yo exigí que me entregaran el equipaje facturado para irme a casa, a lo cual al principio se negaron y, ante la enojada reacción, trataron de convencerme que tardarían 180 minutos en hacerlo, porque había poco personal de madrugada. Finalmente me resigné a perder el día siguiente en Chile, especialmente una cena importantísima, y todavía espero que ofrezcan una compensación, pese a haber hecho una reclamación conjunta cuatro de nosotros. Se resume en que son unos mentirosos, inútiles y repelentes y que tardarán en verme en sus aviones.

Air Europa, entre Madrid y Palma en un Embraer 195, sentado en butaca de salida de emergencia y pasillo, al lado de una señora bastante madura, que parecía educada y vinculada a esa compañía, ya que las tripulantes de cabina de pasajeros la trataban con reconocimiento y confianza, algo que nunca debería ocurrir delante de clientes de pago. Salimos del estacionamiento en hora, pero tuvimos que regresar, pues había un problema de alarma de dirección de la rueda de morro.

Al final nos pusimos en marcha de nuevo con una hora y cuarto de demora. Viajaba un buen grupo de paletillos simpáticos, más bien mayores, claramente no expertos ni en el medio aéreo, ni en el de la telefonía móvil, uno de los cuales se comunicaba con voz atronadora. Habíamos comenzado a rodar autónomamente, cuando la de al lado se convirtió en energúmena, haciendo movimientos violentos de su considerable cuerpo, mirando hacia atrás y mostrándose excitada, hasta el punto que creí que a algún pasajero le ocurría algo.

Pulsó nerviosa el interruptor de llamada a la tripulación auxiliar, se quitó el cinturón de seguridad y empezó a gritar a un señor, hasta que me di cuenta que se dirigía al mismo paletillo, que por teléfono le decía cómicamente a su interlocutor que iba retrasado porque habíamos pinchado una rueda. La energúmena le increpó a gritos de pie en su plaza para que apagara inmediatamente el aparato.

Yo, con toda frialdad, le paré los pies indicándole que esa no era su labor, aunque fuera TCP, pues no iba identificada como tal y la responsabilidad radicaba en la tripulación. La cretina replicó que yo no sabía quién era ella y que lo que intentaba evitar es que nos matáramos (sic y audible por el pasaje adyacente). Le tuve que callar con que ella tampoco sabía quién era yo y que el peligro lo representaba ella cuando, rodando, se quitó el cinturón de seguridad, su puso de pie en una salida de emergencia y chilló asustando al pasaje. Intentó decirme algo más, pero enmudeció diciéndole dos veces que no iba a discutir.

En vuelo hizo el paripé, ya sin la presunta educación inicial, de ir al “galley” trasero y luego al delantero ostentosamente (otra gran muestra de profesionalidad), me figuro que para ver qué ponía sobre mí en el PIL (Passenger Infomation List), en donde aparece información que puede ser interesante a la tripulación sobre los pasajeros. Lo único que pudo ver es mi nombre, que viajaba de pago y con el nivel Platino del programa de viajeros frecuentes FlyingBlue de Air France, al que pertenece Air Europa. A la energúmena, si es lo que creo (y lo demostraba con conversaciones telefónicas de pareja), que ni lo sé ni me importa, le deberían quitar la licencia o cortarle los humos y categoría. A propósito, cuando nos empezaron a remolcar la segunda vez, una TCP te tuvo que advertir que apagara su libro electrónico.

JAVIER TAIBO

 


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