A bordo de un vuelo de Sky de Buenos Aires/Aeroparque “Jorge Newbery” a Santiago de Chile

Ilustración generada con IA Dall-e 3.
Ilustración generada con IA Dall-e 3.
A bordo de un vuelo de Sky de Buenos Aires/Aeroparque “Jorge Newbery” a Santiago de Chile, la pasajera de la butaca central me pidió salir para cambiarse a otra que había quedado vacía al lado de una amiga, con lo cual viajé con el asiento de al lado libre, como si fuera en una clase ejecutiva que no existía. El control de pasaportes de Santiago de Chile empieza a estar preocupantemente saturado siempre (con filas de cientos de pasajeros, aunque con muchos mostradores abiertos) y tiempos para hacer ese trámite de mínimo media hora.

Cuando voy y vuelvo en Buenos Aires desde o a algún lugar de la región siempre prefiero utilizar el metropolitano Aeroparque “Jorge Newbery” en lugar del lejano Ezeiza, pero en una ocasión el vuelo más temprano a Montevideo era de Aerolíneas Argentinas y salía de éste, me figuro que para alimentarse de conexiones internacionales, aunque iba bastante vacío. Es absurdo que tarde más de mi hotel en el centro al aeródromo, que el vuelo de ese lugar a la vecina Uruguay. Otro inconveniente, en el cual no me fijé antes, radicó en que, por algún problema indeterminado, no aparecía en mi tarjeta de embarque mi prioridad “Elite” de la alianza “Skyteam” y por no ir a los lejanos mostradores de facturación tuve que soportar unos tediosos y mal organizados, pese a que no había muchos pasajeros, controles de seguridad y pasaportes.

De ahí accedí (era el único) a la sala VIP de Aerolíneas Argentinas, donde una amable profesional tomó la iniciativa de reportar el problema a su departamento de tecnologías de la información. Una vez a bordo, una grácil sobrecargo dio una voz indicando que estaba prohibido hacer fotos o videos al personal de vuelo. Era la primera vez que lo oía y le pregunté el motivo. Ante mi estupefacción, explicó que lo daba siempre ella a título personal porque no quería que apareciera su imagen en redes sociales, pero aclarándome que, si quería hacerme una foto con ella, no tenía ningún problema.

Pese a una facturación y embarque caóticos, mi regreso a Madrid con Iberia fue excelente, con excepcionales tripulantes de cabina de pasajeros con los que había ya volado recientemente. De la cena no puedo opinar, pues no la acepté por estar sobrealimentado (como una foca) y era un extraño vuelo despegando poco después de media noche y aterrizando a media tarde. Una característica del programa de viajeros frecuentes de Latam Airlines, cuando menos en Business, es que en los niveles más altos se puede cambiar gratuitamente durante la misma jornada a cualquier vuelo de esa aerolínea del mismo día que tenga plazas, lo cual utilicé convenientemente en un vuelo entre Santiago de Chile y Buenos Aires. Es un gran beneficio y para la compañía la probabilidad de que quede sólo una plaza que pueda vender es bajísima.

Me sigue haciendo gracia ver como Iberia (la filial South) da servicios de “handling” a los vuelos de Air Europa en Tenerife-Norte, pero lo cierto es que su veterano personal lo hace muy bien. Aproveché uno operado con Boeing 787-9, inmensamente más cómodo con su asiento-cama que el de los aviones de fuselaje estrecho, aunque con una experiencia deteriorada por un infante maleducado gritando como una bestia sin que le metieran un estropajo en la boca sus maleducados padres y abuela. Deberían prohibir a los menores de menos de ocho años viajar en las clases ejecutivas.

Y otra cosa que debería de revisar la aerolínea es el “handling” de su hermana GorundForce en la capital de España. Normalmente ese avión de fuselaje ancho luego realiza un vuelo intercontinental y estaciona en la Terminal 1 y hay que desembarcar en jardinera para ir a la T2. Tardan un tiempo inaceptable en llevar las escaleras y los operarios están más incentivados a hablar entre ellos que en preocuparse de si el autobús está ya lleno y hay que esperar a que esos señoritos quieran. Me ha ocurrido varias veces, incluso no sólo en los vuelos que estacionan en remoto de Boeing 787, sino los de 737 que aparcan enfrente de la T2. Es un auténtico desastre.

El aeropuerto de Tenerife/Los Rodeos me volvió a acongojar, no de miedo, sino de agenda. Fui desde Madrid con el tiempo justo para asistir a un almuerzo y regresar. Cuando estábamos a 1 km. de la cabecera de pista hicimos un motor y al aire por niebla. Yo me vi ya haciendo el ridículo aterrizando en el Sur, en el “Reina Sofía”, y regresando en el mismo avión, porque no habría llegado al postre. Cuando nos estabilizamos a una cierta altitud, el comandante informó que íbamos a intentarlo de nuevo por la otra cabecera y así ocurrió. Y estuve en tiempo y forma en mi comida.

Dentro de mi no tranquila vida, fui a Montevideo para asistir a una ceremonia, retornando la jornada siguiente en el mismo Boeing 787-9 y la misma tripulación de Air Europa que a la ida. La sala Vip reformada y reabierta de la terminal T1 de Barajas está ya atiborrada y no hacen sentir muy VIP; la butaca aceptable pero estaría mejor que ofreciera más privacidad; y el “catering” mediocre, pese a avalar su diseño un afamado “chef”, que yo creo que lo único que hace es permitir que se utilice su nombre a cambio de una buena cantidad de dinero. Para el retorno usé la cita previa para el control de seguridad, que resultó muy bien, pero no sé si porque, quizás, yo me salté sus procedimientos. Todo lo que ganamos por salir antes de la hora lo perdimos estacionando en la T2 y teniendo que ir en jardineras a la T1, con la consabida espera motivada por GroundForce.

Javier Taibo


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