Air Europa, suma y sigue: Estos señores no cobran menos porque un cliente vaya por la tarde en su Business en vuelos domésticos, pero han decidido que a partir del mediodía no dan periódicos, una muestra más de su patética calidad de servicio hacia los pasajeros que más pagan. Pero lo más sangrante que sufro es que más de la mitad de los segmentos que hago con ellos no aparecen reflejados automáticamente en mi cuenta del programa de viajeros frecuentes “Flying Blue”, del que soy miembro a través de Air France, por lo que tengo que formular continuas reclamaciones a través del sitio de Internet de la compañía francesa, que, por supuesto, siempre se resuelven positivamente para mis intereses.
El escenario más habitual es que se anote el vuelo de ida, pero no así el de vuelta, lo cual da pie a pensar que es una actuación que hacen a propósito y no simplemente que sean malos, inútiles e incompetentes. Air Europa tiene que remunerar con una cantidad nada despreciable de dinero a ese programa por el hecho que yo utilice mi “Flying Blue” en sus vuelos, multiplicada por dos por ser titular de una tarjeta platino. No puedo menos que pensar que ellos creen -y seguramente tienen razón- que un cliente de esa categoría no se fija si contabilizan sus millas o no, o piensan que al ver incluido el tramo de ida no prestamos atención si está el de vuelta. Si es así, y es tan frecuente la situación para pensar que sea otro el motivo, conmigo se han equivocado. O son unos caraduras indignos de pertenecer a ese sistema o unos incompetentes.
Mientras, continúan los privilegios de sus tripulantes de vuelo. Madrid-Palma en salida de emergencia, rodeado, en los doce asientos de esas posiciones, por seis de sus empleados, con sus bolsos y enseres encima o en las butacas libres, algo que se prohíbe a los pasajeros para que no se dificultar una eventual evacuación. Como yo era el único de pago en esos lugares, una azafata de la tripulación operativa vino con la cartulina que explica las instrucciones de seguridad especiales para la salida de emergencia, con la intención de que las leyera por enésima vez. Le pregunté por qué me lo decía sólo a mí y no a todos los demás (que iban de uniforme, pero sin tarjeta de identificación visible).
Se quedó inicialmente sin palabras y acto seguido le preguntó a sus colegas si conocían las instrucciones, los cuales con cabreo disimulado contestaron que sí. Ataqué de nuevo preguntando si los enseres de sus compañeros que iban como pasajeros no entorpecían una evacuación por alguna circunstancia especial diferente a los míos. Tuvo que pedir a sus “compis” que pusieran sus objetos en los maleteros superiores, pero sin evitar que una vicechofer permaneciera disfrutando en el despegue y aterrizaje de una manta (que no me ofrecieron en todo el vuelo). ¿Se alterarán estos mal entendidos privilegios a raíz de la catástrofe de la compañía alemana en Francia? Seguramente en otros países sí y aquí, como siempre, no pasará nada.
Las máximas categorías que disfruto de los programas de viajeros frecuentes de las tres grandes alianzas me permiten embarcar cuando quiera sin esperar colas, aunque vuele en clase económica. Pues estoy dejando de hacerlo, optando por subirme de los últimos, ya que siempre voy en pasillo y estoy harto de que una buena parte del pasaje me fría a golpes con el equipaje de mano que cuelga de sus hombros mientras circula por los pasillos del avión. La otra opción es que me líe a puñetazos como si fueran sacos de entrenamiento de boxeador.
Tenía que ir de Santiago de Chile a Antofagasta (dos horas) y en la página “web” de Lan me ofrecía un billete por unos 670 euros en clase única, ida y vuelta. Entré en el sitio de su competidora Sky y me encontré con vuelos en horarios similares por unos 240 euros, con desayuno caliente, a diferencia de la otrora aerolínea estatal de bandera, y asientos más o menos similares. No hace falta que aclare qué compré.
A la ida era un A320, en donde a bordo me cambié a la primera fila, que iba vacía y en el que observé algo que nunca visto en un avión: los maleteros superiores tenían interruptor eléctrico para abrirlos, en lugar de la clásica palanquita manual. Me figuro que debe complicar el mantenimiento, pero me pareció simpático. El caso es que no se trataba de un avión nuevo, sino uno viejo reconfigurado interiormente. A la vuelta se trataba de un A319 en el que me situé en las dos salidas de emergencia: una fila abarcaba ambas, con una distancia de unos dos metros y medio al respaldo del asiento anterior, una extraña gozada.
De Santiago a Lima fui en Avianca en butacón de clase ejecutiva, a diferencia de Lan, que tiene asientos de económica con el central libre en Business, por menos de la mitad del precio. La colombiana, fruto de la fusión con la centroamericana TACA y la brasileña Oceanair, comenzó a embarcar 45 minutos antes de la hora de salida, impidiendo utilizar la sala VIP propia que tiene en el aeropuerto chileno. Sin embargo, despegamos con media hora de retraso, mintiendo el comandante, que pidió disculpas por la demora debido al embarque y carga de equipaje, cuando había un problema de mantenimiento (estaba acomodado en la primera fila y veía y oía todo). JAVIER TAIBO