Malos aires para Argentina

La decisión de arrebatar el control y la propiedad de Repsol sobre la empresa argentina YPF por parte del gobierno pseudo bananero argentino de Cristina Fernández es el síntoma definitivo: de ese país hay que salir volando. Llueve sobre mojado. Sin que esto represente un apoyo a la gestión de Gerardo Díaz y Gonzalo Pascual en Aerolíneas Argentinas, que censuramos totalmente, pero por lo que le ha costado al bolsillo de los españoles, no de los argentinos, y lo tendrán que pagar ante la Justicia, la expropiación, de la misma forma que ha ocurrido ahora, era un aviso de que las relaciones económicas, políticas y financieras con Buenos Aires iban a terminar como esa compañía, en una espiral de deterioro y pérdidas que perjudicará, en definitiva, al pueblo argentino.

No nos cabe la menor duda que YPF y las renovadas y justas reivindicaciones, a la par que inútiles, como vemos en Gibraltar, sobre Malvinas son una cortina de humo hacia un pueblo redundantemente populista que con estos gestos se olvida de una inflación galopante, la escasez de productos de importación, incluyendo medicinas y otros de primera necesidad, el abandono de las promesas electorales que llevaron nuevamente al poder a Fernández, posiblemente también mediante expropiaciones de votos, y que nunca ven que se beneficien de un país inmensamente rico, mucho más que cualquiera europeo, y que está siempre al borde del abismo, mientras sus gobernantes disfrutan del lujo de la política.
No se debe andar con medias tintas y hay que poner en juego todos los recursos para que se respete una legalidad cada vez más difícil en Argentina. ¿Por qué, si los políticos no querían una YPF privatizada y consideran que está fuera del marco nacional, no juzgan a los que rogaron a España que invirtiera y, si es menester, les meten en la cárcel? No somos adivinos, pero dentro de no mucho la plantilla, especialmente los cuadros altos, de esa firma de hidrocarburos habrá crecido brutalmente, al igual que los sueldos y las prebendas, será ineficiente, entrará en pérdidas que se camuflarán y otro inversor extranjero, al que ya están llamando, sorprendentemente, se verá pillado porque no desconocerá la historia
Aerolíneas Argentinas nos la impusieron y, muchos años después, afortunadamente, nos la arrebataron y hoy sigue perdiendo cientos de millones de euros anuales. Pero los argentinos están felices de tener una aerolínea de bandera estatal, que ya en pocos países del mundo existe, seguramente la más ineficiente del mundo. Dejémosles su extraña forma de ser felices y miremos a los países serios de la región, que son muchos y nos interesan más.
Y, mientras, esperemos que el laudo de obligado cumplimiento que el Gobierno español quiere imponer en Iberia coloque las cosas en su sitio, corroborando que su administración obra correctamente y que el colectivo de pilotos no tiene donde agarrarse, algo que opina la inmensa mayoría del pueblo español. Si esos aviadores fueran coherentes disolverían el aberrante SEPLA y crearían uno nuevo, con unas bases y criterios acordes con los tiempos que corren. El Gobierno tiene la palabra.


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