Los incomprensibles designios de SEPLA

Por fin, Iberia firmó un acuerdo con el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas, que le permitirá una relativa paz con ese colectivo –los pactos que ha rubricado casi nunca dejan completamente cerrada la puerta a su insoportable conflictividad– después de muchos años de peleas, que materialmente cambiaron la faz de esta compañía, pasando de ser una de las más rentables del mundo, a padecer una grave situación económica y financiera, cuyo final todavía está lejano. La pregunta que mucha gente se formula es por qué SEPLA no aceptó hace años las condiciones que ahora ha asumido y, por ello, si sus dirigentes –parte de los cuales son los mismos– no van a asumir responsabilidades por ello.

El panorama que hoy SEPLA se encuentra no recuerda en absoluto al de hace diez años. Muchas compañías aéreas han cerrado, las condiciones de mercado son radicalmente diferentes y la nación está enferma. Pero los dirigentes del Sindicato poco han cambiado y un Justo Peral se presenta ahora como un pacificador de la misma guerra aberrante que emprendió, firmando unas condiciones que durante años rechazó. Sería incomprensible que sus afiliados, especialmente los más jóvenes, sigan bendiciendo su continuidad, aunque en este colectivo todo es de esperar.

Con los tripulantes abocados a una entente de complicidad con la nueva Dirección de Iberia, que sí ha cambiado radicalmente, las miradas se dirigen hacia los empleados de tierra. Si se llega a un acuerdo, la aerolínea pensará de nuevo en crecer y deberá preocuparse de los grandes damnificados de todos estos años de conflictos y crisis: los clientes. Hacia ellos y por ellos tendrán que volcarse directivos y empleados para recuperarlos y no va a ser fácil, porque esas peleas han dejado muchas heridas y la competencia no es ingenua.

Iberia no volverá a ser una gran aerolínea, porque nunca dejó de serlo, pero lo que tiene que reconvertirse denodadamente es a una magnífica compañía, moderna, innovadora y consciente de quién genera sus ingresos. Necesita sangre joven y renovada y dejar de marcar sus designios a golpe de escalafón y de jubilaciones, sustituyendo el parámetro de la edad, sino por méritos y deméritos. Necesita ser homogénea y que su servicio a los pasajeros no sea fruto de una sorpresa, agradable o desagradable, sino de una coherencia de formación y de espíritu, ajena en lo posible al subjetivismo de sus individuos.

Iberia precisa que su nuevo logotipo, uniformes y decoración de sus aeronaves, instalaciones, material impreso y en la red no se limite a eso, sino que realmente sean un símbolo de una nueva etapa y de una distinta mentalidad. Sin duda los clientes le darán una oportunidad, pero los gestores de la compañía tienen que ser conscientes que defraudarles es a lo que están acostumbrados y, lamentablemente, preparados. Por primera vez desde hace mucho tiempo, es el momento de la coherencia y de la calidad hacia el cliente. No pierdan esta oportunidad.


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