La Unión Europea y Estados Unidos alcanzaron un acuerdo para prolongar durante cinco años la suspensión de los aranceles cruzados que gravaban las exportaciones entre ambos y que tiene como punto de partida la guerra comercial que mantienen Airbus y Boeing desde 2004, a la que no se ofrece solución detallada, al menos a corto plazo. No obstante, se comprometen a no financiar la inversión y desarrollo de esas empresas o conceder otros apoyos a esas industrias si pueden dañar a la otra parte. Washington, con Donald Trump en la presidencia, impuso en octubre de 2019 aranceles del 10 por ciento para los productos de la industria aeronáutica europea y del 25 para productos agroalimentarios, que afectaron al aceite de oliva, vino, queso o aceitunas españolas.
La justificación era que los países de la EU habían dado ayudas estatales a Airbus y que eso había supuesto un quebranto sustancial para Boeing. De hecho, el conflicto acabó en la Organización Mundial del Comercio (OMC), que dio el visto bueno a Estados Unidos para Imponer aranceles por valor de 6.000 millones de euros. La respuesta llegó en julio de 2020, cuando la UE respondió con aranceles por 3.400 millones de euros, que afectaban a productos estadounidenses. El fuego cruzado se apagó parcialmente en marzo, cuando alcanzaron un acuerdo para suspender temporalmente esos recargos durante cuatro meses.
Ahora esa prórroga se alarga otros cinco años, hasta julio de 2026. El acuerdo supone un paso histórico para terminar el conflicto comercial más largo que ha vivido la OMC y logra eliminar unos aranceles que han lastrado a la industria aeronáutica y agroalimentaria española, así como poder recuperar las operaciones de exportación e inversión en el mercado estadounidense, clave para las empresas españolas. Boeing aplaudió el desbloqueo de la situación y acoge con satisfacción el acuerdo con Airbus y la UE de que todo el apoyo gubernamental futuro para el desarrollo o la producción de aeronaves comerciales debe proporcionarse en condiciones de mercado.
Ambas partes acordaron crear un consejo tecnológico en la primera cumbre bilateral con Joe Biden, que se encargará de limar las posibles barreras comerciales y allanará el camino para un alineamiento de las políticas a ambos lados del Atlántico en el área digital. La colaboración también se centrará en garantizar la seguridad y fiabilidad de las cadenas de suministro en el sector tecnológico para evitar la excesiva dependencia de terceros países y la repentina carencia de algún suministro esencial, como ha ocurrido durante la pandemia con los “microchip”. El pacto relaja la tensión arancelaria y centra la mirada del sector a los competidores chinos y llega apenas seis meses después de que Biden tomara el relevo de la Presidencia estadounidense. Marca el inicio de un mejor entendimiento entre Bruselas y Washington, aunque lejos del sueño de un gran acuerdo transatlántico de libre comercio, como el que se negoció con la Administración de Obama y que nunca llegó a buen puerto. Ambas partes se conforman por ahora con pactos sectoriales.