Finalmente, Gerardo Díaz convocó elecciones en la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales) y optó por algo que estaba cantado, incluso en la escasa coherencia que le puede quedar en su fuero interno: no presentarse. Concluye así, prácticamente, la lamentable carrera empresarial del que fue, junto a su socio Gonzalo Pascual –otrora la cara visible de esta pareja y hoy casi desaparecido–, accionista directo o indirecto de Spanair, Air Comet, Air Pullmantur, Aerolíneas Argentinas, Austral, Air Comet Chile, Newco y otras empresas del entorno del transporte aéreo, estrellándose estrepitosamente tras una pésima gestión, exitosa sólo para sus bolsillos con la cultura del pelotazo.
Díaz, Pascual, sus hijos y Llodrá, otrora prepotentes administradores de Air Comet, y los primeros de Teinver y otras sociedades, se enfrentan ahora con la Justicia y con los acreedores, incluyendo los pasajeros y empleados, que son los grandes sufridores de sus desmanes, errores y desconocimiento, y ni mucho menos de la situación económica latente, ni del Gobierno argentino por su expropiación de Aerolíneas, con la que hicieron lo que quisieron desde que arbitrariamente se les adjudicó, con pingües beneficios para ellos, a costa del erario público español.
Ni invertir supieron las plusvalías de la venta de Pullmantur, ni manejar los extraños favores que les otorgó la desagradable Magdalena Álvarez, que pretendía colgar de una catenaria a la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, sin que sus partidarios se rasgaran las vestiduras como con las declaraciones de ahora de sus opositores y literatos en relación a sus correligionarios. Álvarez les entregó a dedo todo lo que querían de lo que había arrebatado a Air Madrid y ni eso supieron aprovechar. No han sabido ser buenos empresarios ni solos, ni como malos socios que fueron de SAS en Spanair, que también pusieron en una crítica situación en su propio beneficio.
Ahora intentan sortear una insolvencia personal de la que nunca debieron salir cuando supuestamente estudiaban, salpicando gravemente la imagen del turismo y del transporte aéreo español. Ni con sus trabajadores han cumplido, dañando la honestidad y dedicación de la mayoría del empresariado español durante decenios, con grandilocuentes anuncios y supuestas inversiones que nunca han hecho y tomando el pelo a todos. Qué contraste con Iberia, que demuestra ser una de las aerolíneas mejor gestionadas del mundo y cuyos últimos resultados permiten suponer que sale antes de lo previsto de la crisis, mientras consolida su matrimonio con British Airways. Sus directivos y personal se merecen el orgulloso homenaje de nuestro país.
Ojalá escribiéramos lo mismo de los controladores de tráfico aéreo, que parecen arrepentirse del acuerdo que firmaron con luz y taquígrafos con AENA y que nuevamente amenazan con movimientos sombríos al dañado mal negocio del transporte aéreo y al del turismo. Confiamos que, con la ley en la mano, se actúe con toda la contundencia, para que los viajeros aéreos no seamos nuevamente rehenes de los injustificables intereses de un colectivo al que ya se le dicho basta. El Ministerio de Fomento tiene nuestro apoyo.