Tras Islas Airways, acusada contundentemente de fraude en las liquidaciones del descuento de residentes, en concurso de acreedores y con el extraño todavía y pertinaz apoyo del presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias, Paulino Rivero, al que los mentideros achacan una sospechosa relación con el propietario de la aerolínea, Miguel Concepción, otras dos empresas pasan a las páginas de esquelas de este, en parte, informal sector del transporte aéreo nacional, dando una pésima imagen por la escasa, por no decir nula, solidez de su plan de negocios y el soporte financiero.
Ninguna de las dos tenía certificado de operador aéreo (AOC), recurriendo a aerolíneas que si lo poseían, con el coste extra que ello representa, presagiando su final inevitable a corto plazo y evidenciando las cualidades de gestión de sus promotores. La primera era Cosmo Líneas aéreas, constituida el 20 de setiembre de 2009, con un capital final de 7,6 millones, siendo uno de sus apoderados un viejo conocido de la justicia española: Miguel Castro, que fue quien creó la sociedad, dimitió como administrador nombrando a Antonio Álvarez, quien figura como propietario, pero que con posterioridad designó al anterior como apoderado.
Cosmo Airlines, con sede en Madrid, y la lituana Avion Express, especializada en el alquiler de aviones con sus tripulaciones, mantenimiento y seguro, basada en Vilnius, terminaron su asociación abruptamente. El acuerdo entre ambas incluía la comercialización de 2 Airbus A320-200 que la española sorprendentemente había alquilado a la firma estadounidense de alquiler de aviones ILFC, que inició acciones para recuperar estos birreactores por falta de pago.
Poco antes de su clausura, Cosmo participó en una rocambolesca y no justificada operación de intento de compra, por la exorbitante cifra de 110 millones de dólares, de 7 CRJ900 de la quebrada uruguaya Pluna, que, visto lo que ha ocurrido, era un negocio fantasma y por cuenta de alguien. Castro estuvo involucrado a Marbella Airways, uno de los casos de la llamada Operación Malaya y constituida por el tristemente famoso judicialmente José Antonio Roca, quien puso a sus testaferros al frente, aparentemente con el objetivo de blanquear los fondos.
La segunda parece tener más visos de ingenuidad. Hispania Airways, basada en Granada, comenzó a volar a Roma el 6 de diciembre con un McDonnell Douglas MD-83 de la rumana Medallion Air, pero a los pocos días canceló todas sus líneas por falta de pasajeros, batiendo otro triste record en la vida de una aerolínea española. No somos partidarios que se regule más el mercado, pero sí alguien la hace, que la pague y no a costa de los proveedores y pasajeros. Es lamentable que volvamos a los tiempos en que las aerolíneas depositaran ante la Administración un aval para cubrir sus posibles desmanes, pero lo que ocurre en España no es normal. La Administración tiene buena parte de la culpa por no cumplir con su papel coherente y objetivamente.