Por primera vez desde hace mucho tiempo, nuevas compañías aéreas se asoman al escenario del transporte aéreo español, generando un moderado atisbo de esperanza. La primera es, sin duda, Iberia Express, que, pese a las injustificadas y sorprendentes jornadas de huelga de SEPLA (Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas) para abortar su inevitable nacimiento –mientras se descubren los negociados sobre la creación de un “broker” para la colocación de afiliados en el extranjero promovidos por personas del sindicato– comenzará sus actividades con el inicio de la temporada de verano de este año.
Iberia Express permitirá reducir los costes en los vuelos domésticos y hacia el resto de Europa, en los que su matriz no es rentable, pero que precisa sobre todo para potenciar su centro de distribución de tráfico (hub) de Madrid. Lo lógico es que fuera innecesario crear esta nueva filial y que ese nicho de mercado lo cubriera Vueling, a la que SEPLA, con unos aberrantes acuerdos firmados en el pasado con los responsables de Iberia, no permite que crezca en la capital de España. No se pretende tocar las condiciones con las que trabajan sus pilotos, pero ellos quieren dirigir la compañía.
El segundo brote verde es Volotea, promovida por los fundadores de Vueling, de la que fueron neutralizados por la mayoría del accionariado ante los malos resultados económicos, aunque a esos gestores lo que les importaba era ganar dinero, consiguiéndolo, y eso no es ilegal. Vueling fue salvada por Iberia facilitando su fusión con Clickair. El nuevo transportista español obtuvo el certificado de operador aéreo el 11 de febrero y comenzará sus actividades a partir de Venecia con el último derivado del DC-9, el malvendido Boeing 717-200 –cuya ventaja es que el precio de alquiler es ridículo por la baja demanda–, del que de momento tendrá tres unidades, y no quiere servir a los grandes aeropuertos, ni rutas que ya cubren otras “low cost”.
La tercera es Air Plus Ultra, gestada por directivos de Air Madrid, alquilando Airbus A340-300 que dejó de utilizar Iberia por sus altos costes y que parece que quiere comenzar a volar en las saturadas líneas entre España y Buenos Aires y a algunos lugares del Caribe, de los que han huido por falta de rentabilidad otros transportistas. Veremos qué condiciones de garantías económicas y de actuación les impone el Ministerio de Fomento, después de los cierres abruptos y sin pagar a nadie de Air Comet y Spanair, dejando a miles de pasajeros abandonados.
Por último, hay algunos pequeños proyectos de compañías charter, negocio este que cada vez tiene menos sentido en un país receptor de turismo y con la implacable competencia del transporte regular. Por lo menos, los trabajadores del sector pueden respirar más tranquilos. A los pasajeros y a las nuevas autoridades no estamos seguros que todos los casos les vayan a dar el mismo sosiego, pero servirá para relajar unas tarifas que, en algunos segmentos, el cierre de Spanair puso por las nubes.