Cuando escribimos este Editorial, el Ministerio de Fomento, bajo la batuta de Ana Pastor, todavía no ha realizado cambios entre los responsables de la Dirección General de Aviación Civil y de AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea), cuyos titulares se identificaron siempre con el anterior partido en el poder, sin menosprecio de la eficacia de gestión. El nuevo presidente de este último ente deberá materializar la política del Gobierno en relación a la privatización de las terminales, que no está clara cuál será. Pero en todos los ámbitos, las infraestructuras, la navegación aérea y, en general, la aviación civil, son grandes generadores de ingresos para el Estado, incluso en las condiciones actuales de crisis económica.
Lo que no parece que vaya a cambiar es la aberración del SEPLA (Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas), cuyos dirigentes y afiliados viven siempre ajenos a la realidad económica, social, empresarial y de mercado del país y del mundo. Viven de espaldas a una situación que impide que muchos aviadores, en buena parte afiliados suyos, tengan trabajo dentro de nuestras fronteras y fuera de ellas. No han sabido adaptarse a las demandas del Siglo XXI.
Alguien dijo que SEPLA en tiempos de bonanza económica quiere dinero y durante las crisis pretende aumentar su poder, muy mermado en los últimos años por culpa de su aberrante política de reivindicaciones y la falta de coherencia de los acuerdos que exige, dejando siempre la puerta mal cerrada para crear nuevos conflictos. La Sección Sindical de SEPLA en la mayor compañía española, que lleva años impidiendo que se contraten nuevos pilotos en condiciones de mercado y que la aerolínea crezca, nuevamente quiere erigirse en estratega y gestor.
No sirve que la compañía garantice que los pilotos contratados no verán mermadas sus remuneraciones, ni que puedan pasar a la nueva filial de bajo coste con sus actuales condiciones. Exigen que la matriz no cree una Iberia Express que le permita perder menos dinero en las, en buena medida, ruinosas rutas de medio y corto alcance. SEPLA considera que esa subsidiaria es lesiva y hace huelga para impedir su inevitable implantación. Y lo hace de la única forma que sabe: perjudicando a lo más sagrado, los clientes.
Mientras, practica lo mismo en Air Europa, para que otras compañías no operen de forma más coherente algunos de sus vuelos, y hace el ridículo y patalea para que BinterCanarias no se reestructure y afronte el futuro con tranquilidad. Para SEPLA el objetivo es el bienestar (o “excelentestar”) de una parte de sus afiliados, no del colectivo que, en conjunto, sufre mucho por culpa de una falta de visión del presente y del futuro del Sindicato monopolista de pilotos. El día que sus afiliados no manchen la uniformidad con la cinta en la que portan la tarjeta de identificación de su aerolínea, llevando con orgullo la que lleva el nombre de ésta y no la de SEPLA, es que esto habrá empezado a cambiar. Quizás se necesita otro sindicato.